María de los Ángeles Magdaleno Cárdenas / Fotografía: thelocal.fr

El año de 1968 comenzó en lunes. Todos y cada uno de sus 366 días estuvieron dedicados internacionalmente a los Derechos Humanos debido a que entonces se cumplían dos décadas desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas había adoptado, en diciembre de 1948, la Declaración Universal de Derechos del Hombre con la intención de que el mundo no volviera a ser testigo del genocidio, de la brutalidad y barbarie que acompañaron a la Segunda Guerra Mundial.

Fue una resolución que respondió a la necesidad imperiosa de definir los límites de la poderosa maquinaria estatal sobre sus gobernados. Asimismo, se entendió que la paz no sería duradera si no se regulaba una política económica de libre mercado a nivel mundial. Desde los países vencedores, Estados Unidos y Gran Bretaña, se trabajó en la idea de un gran acuerdo que ofreciera garantías de prosperidad para occidente, Estado de Bienestar, mientras que la Unión Soviética continuaba con el control centralizado. En lo político a través de un sistema de partido único y por el lado de la economía, una planificación centralizada.

En 1968 ambas propuestas económicas comenzaron a resquebrajarse. En consecuencia, a 20 años de proclamada la Declaración de los Derechos del Hombre volvieron los estallidos de violencia, de genocidio y brutalidad en diferentes partes del mundo. Desde Praga hasta Brasil y Nigeria pasando por Paris, Tlatelolco y Lima el uso ilegal de la fuerza, es decir la violencia, y el uso legal de la misma, monopolio del Estado, recorrieron el planeta una vez más.

Entretanto, Europa occidental supo adaptarse a las transformaciones de la segunda postguerra, con una arquitectura institucional más flexible que incorporó a los grupos marginados, aceptó nuevos estudios en las universidades para responder a las exigencias de cambio de los sectores ilustrados y permitió una mayor representación de las minorías a través de los partidos políticos. En la parte oriental se rehusaron al cambio, como lo demostró la Primavera de Praga, fue entonces que se inició el fin del sistema de desarrollo centralizado.

Mientras que en los Estados Unidos el costo de la guerra de Vietnam provocó serios problemas económicos y políticos y dio al traste con el periodo de prosperidad económica, derivada de los Acuerdos de Bretton Woods, que había alcanzado a la América Latina cuyas tasas de crecimiento lograron e incluso superaron el 6% anual, lo mismo que el crecimiento de su población.

Una vez agotados los patrones de desarrollo económico, político y cultural, las sociedades no se conformaron ni con el crecimiento económico ni con la seguridad, querían representación en los órganos de Estado, fue justo cuando estallaron las protestas multitudinarias.

*Con este artículo, iniciamos la publicación de una serie sobre 1968, agradeciendo de antemano la generosidad de la maestra María de los Ángeles Magdaleno Cárdenas

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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