Por Arturo Pérez 

Parece ser que es solo en la vejez y de cara a la medianoche, dice Deleuze[1], en un momento en que no queda ya más nada que preguntarse, que nos ocupamos por preguntarnos ¿Qué es la filosofía?, ¿Será acaso que no comprendemos realmente el quehacer propio de esta disciplina? Gilles Deleuze no cree que sea así, más bien, piensa que la vejez otorga una cierta libertad soberana que no se posee en la juventud, una etapa en la que no se está lo suficientemente sobrio como para dar respuesta a tal interrogante, pues se tienen demasiadas ganas de simplemente hacer del pensamiento algo activo, de arrojarse de lleno al vacío. Y ante todo, la pregunta inicial del filósofo francés se mantiene ¿Qué es la filosofía? su respuesta podría parecer poco convencional e incluso reduccionista, pues afirma: “La filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos.”[2] ¿Pero, qué quiere decir realmente con esto?

Para dar respuesta a nuestra interrogante debemos antes que nada comprender que la filosofía contemporánea vive en gran parte del legado de Friedrich Nietzsche, filósofo que se levanta en contra de la idea de un fundamento, quién sostiene además que un filósofo es antes que nada un geneaólogo, y en donde “genealogía quiere decir a la vez valor del origen y origen de los valores.”[3] Buscar un origen no quiere decir que vayamos a encontrar en este la esencia de las cosas, algo que nos había sido dado y que por descuido hemos perdido; Nietzsche rechaza más bien en su genealogía la búsqueda por el origen, pues ello no hace sino presuponer que la historia se desenvuelve de manera lineal, guiada por hombres racionales que persiguen una especie de razón o verdad absoluta. En lugar de ello, el filósofo alemán cree que la historia se ha desenvuelto como un producto accidental de la irracionalidad, y en donde lo único que podemos encontrar en el inicio, en la génesis histórica de las cosas, es el total disparate. Por ello es que piensa Deleuze que los filósofos no deben ya darse por satisfechos con los conceptos que les son dados, sino que deben de empezar a crearlos, a sembrar desconfianza en quienes los usan creyendo que hay algo de esencial detrás de ellos.

Michel Foucault sostiene que la historia de la filosofía es la historia de la inversión del platonismo[4], por lo que tendría que situarse el inicio de la misma en el propio Aristóteles. Menciona además, que dicha inversión consiste en ir en contra del modelo puro de la cosa en sí, de la esencia de las cosas, pues dicho modelo no deja espacio alguno para pensar la diferencia. No hay que olvidar que Platón contrapuso esencia y apariencia, el mundo allá arriba y el mundo aquí bajo, el sol de la verdad y la tiniebla de las sombras, la idea y la representación. Construir conceptos a la manera de Deleuze significa creer que no hay nada de necesario entre la idea que nombramos y el nombre que le otorgamos, o lo que es lo mismo, afirma que el lenguaje no se sostiene en una esencia metafísica, sino que es más bien una estructura meramente contingente y social.

Heredero de la genealogía nietzscheana, Deleuze intenta abrir el concepto a la diferencia, esto es, no reducir e ignorar aquello que se escapa a la lógica de lo idéntico del concepto, sino por el contrario re-construir el concepto mediante aquello que se presenta como diferente ¿Pero qué significa exactamente abrirse a la diferencia? ¿Cómo es que esto nos liga a la pregunta inicial acerca de la filosofía? Liberar la diferencia implica, antes que nada, pensar más allá de la centralidad del sujeto, crear un pensamiento de lo impersonal. Pues ¿Cómo es posible que el sujeto inmerso en el curso de la historia sea capaz de crear algo que pudiésemos llamar objetivo, si él mismo se encuentra atravesado por infinidad de situaciones que no logra ni entender, ni controlar? Imaginar al sujeto pensante de Descartes, a ese que llena de sentido al mundo con su razón, resulta poco sencillo después del psicoanálisis freudiano, a partir de una rápida lectura de él podemos dar cuenta de la crisis que se inaugura en el sujeto: “when Freud unveiled the predominant role of the unconscious in the psychic processes, it turned out our ego does not even rule in its own house.[5]

Para Deleuze resulta necesario redefinir la labor de la filosofía, ampliarla, llevarla más allá de los muros de la academia, tenerla inmersa de lleno en los problemas de la sociedad y la cotidianidad, algo que podría lograrse aperturando el concepto, desafiando la necesidad ontológica de las cosas, ya que al construir conceptos buscamos encontrar las características comunes que hacen que la cosas sean lo que son, discriminando todo aquello que escapa a la lógica de lo igual, como si existieran ya esencialmente las ideas puras que definen al concepto. Y más aún creemos saber algo de las cosas en cuanto las nombramos: las dividimos en géneros, en categorías, en colores, etcétera; designamos algunas cosas entonces como masculinas, otras tantas femeninas, aquello será un mamífero y esto otro un vivíparo “¡a qué altura volamos por encima del canon de la certeza!”[6], más no todas las copias mantienen una relación de similitud con el concepto. Y más bien, podríamos afirmar que la identidad nunca es lo primero, la identidad se produce, y puesto que el sentido de las cosas no es jamás dado de inicio, ya que no existe, el sentido de las cosas, de los conceptos, se crea.

Omitir la individualidad nos proporciona los conceptos, nos proporciona la forma ideal, mientras que la naturaleza no conoce ni de conceptos ni de formas, la naturaleza es simplemente ‘algo’ que nos resulta inaccesible e indefinible. Hemos impuesto la manera de entender el propio mundo al lenguaje. Así como la abeja construye con la cera que recoge de la naturaleza, el hombre construye por medio de los conceptos. Las designaciones que hacemos del universo son completamente antropomórficas y no poseen ni un solo punto que sea real y universalmente válido, si eliminamos al sujeto nos damos cuenta de que el lenguaje no presenta verdad alguna, no es sino un constructo social que nos permite interactuar y conservarnos frente al otro. De la misma forma en que el astrólogo cree que las estrellas se encuentran al servicio de los hombres y en conexión directa con su felicidad o desgracia, así el hombre cree que el mundo está totalmente ligado a él y que por ende lo puede capturar. El intelecto es maestro de la ficción, es consenso general que repetido una y mil veces se hace pasar como verdadero, es enmascaramiento a través de metáforas que ha olvidado su propia condición.

Pensar la filosofía en términos de Deleuze significa estar abierto a las posibilidades del ser, esto es, a decir las cosas de una manera diferente, a defender la diferencia del pensamiento acaparador que pretende capturar la realidad desde la forma misma del lenguaje. La verdad ya no tendría que ser entendida como la adecuación de un sujeto con su objeto, sino como una adecuación del entendimiento consigo mismo. La filosofía es una disciplina que consiste en crear conceptos, dice Deleuze.

El acto de resistencia para Deleuze consiste en el ejercicio de creación de conceptos que se alejen del control disciplinario, del lenguaje que tiene como fin último la propagación y transmisión de la información. Resistir es jugar con el lenguaje, eliminando así la centralidad del sujeto inmerso dentro de los elementos fortuitos de la historia, es atreverse a decir las cosas de manera diferente, es hacer arte con la palabra, pues el arte se escapa de los modelos ideológicos, a los discursos bajo los cuales se da forma al sujeto. El acto de resistencia es aquello que forcejea con la muerte, es un acto de creación carente de información, no es ni información ni contra-información, sino más bien escape al control de la información, es antes de juzgar y delimitar bajo la forma pura del concepto, estar abierto a la diferencia, es crear poesía con la vida, es forzar al lenguaje a hablar de una manera diferente, es voltear los ojos una vez más a la ya famosa cita de Nietzsche que dice: “Sólo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo.”[7]

 

[1] Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. 2013 ¿Qué es la filosofía?. Barcelona: Anagrama, p. 7.

[2] Idem, p. 8.

[3] Deleuze, Gilles. 2012. Nietzsche y la filosofía, Barcelona: Anagrama, p. 9.

[4] Deleuze, Gilles y Foucault, Michel. 1995. Theatrum philosophicum seguido de Repetición y diferencia, Barcelona: Anagrama, p. 3.

[5]Cuando Freud reveló el papel predominante del inconsciente en los procesos psíquicos, resultó que nuestro ego ni siquiera gobierna en su propia casa. [mi traducción] Žižek, Slavoj. 2007. How to read Lacan, New York: Norton, p. 3.

[6] Nietzsche, Friedrich. 1996. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Madrid: Tecnos, p. 5.

[7] Nietzsche, Friedrich, 2007. El nacimiento de la tragedia. España: Alianza Editorial.

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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