Laberintos Mentales

Por Arantxa de Haro

¿Cómo le gustaría a la escritora pasar decembrinas?

Los brotes psicóticos, la pérdida de conciencia, la utilitaria frialdad de los familiares de un paciente, no descansan en Navidad. En el remolino de la presión social, se cocina un cóctel de desencantos. En el fondo se escuchan tanto a Mariah Carey, Wham!, y otras voces de temporada, mientras que, como todos los años los pacientes inundan el psiquiátrico en fechas decembrinas, pues los familiares los van y los depositan allí, así como si fueran una cosa incómoda. Pareciera que en ocasiones el repudio es mutuo, pues entrada la temporada, el paciente llega a empeorar su estado de salud mental, y conforme pasan los días, el internado recupera la cordura. En ocasiones la familia enloquece

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En el mercado, a lado de las series de focos de colores y los adornos de temporada, la señora que los vende coloca un montón de remedios naturistas y medicamentos genéricos de dudosa procedencia, para tener un ingreso extra. Se lee en una caja: “¡Me vale madres! Melatonina”. Como si alguien maldijese para reclamar su derecho a dormir.

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Tafil, escitalopram, prozac… una larga lista de medicamentos prescritos a varios de nosotros universitarios. Ansiolíticos, recaptadores de serotonina. Está terminando el semestre y todas las horas sin sueño nos alcanzan. Las crisis nerviosas se hacen presentes, y terminamos dormidos varios días. A veces desearíamos morir… pero tenemos que sacar el título. Lo bueno es que no regresamos hasta Enero…

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Estaba ella acostada en un diván, con pantalones floreados y destellante pelo rojizo, corto. Se acariciaba el brazo donde se había mordido en un ataque de pánico. Le angustiaba estar inactiva durante épocas decembrinas, pues sentía terror sentarse a tolerar las preguntas incómodas, y ver a gente hostil. La terapeuta toma silenciosamente notas. Sigue escuchando.

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Desnudo y gritando, corre por los pasillos un joven que siente ansiedad y ha salido de sí. Las jóvenes practicantes dejan a los camilleros la tarea de someter al muchacho, quien exhibe gran fuerza. La enfermera, una mujer mayor, asoma su mirada detrás del periódico, y ve al joven quien forcejea. Suspira y vuelve a lo suyo. El joven apuesto volverá a ser igual de simpático mañana. Por lo pronto una exhibición corporal involuntaria le ha sacado una sonrisa a la enfermera, pues no le había hecho gracia quedarse de guardia en pleno 24. Vocalizar en cambio eso, no se atreve por inapropiado.

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Cada año las señoras con camionetas del año, van y llevan posadas a los albergues, a los orfanatos, y al psiquiátrico. Expían sus culpas llevando a los más desfavorecidos. En el fondo se “sienten bien” por ayudar a “los mugrosos” y a “los loquitos”. Obvio ¡qué oso decirlo en voz alta! Aunque los pacientes no se enteran de esta mecánica siniestra, los psicólogos y psiquiatras se percatan. Igual, en silencio aceptan lo que les regalan. Los recursos brindados por el gobierno son insuficientes, y estas acciones, aunque no completamente bienintencionadas, alivianan la situación. Diciembre es buena época.

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La escritora se sienta a cerrar estas postales de temporada. Entre viajes y pensamientos ambulantes observa las calles. Recuerdos revueltos de tantas Navidades, y tantas voces por escribir, baja la pluma por última vez este año. Se dispone a leer en su pueblito. Felices fiestas.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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