Cartas desde México
Por Adriana Esthela Flores

En la más reciente columna para Notas Sin Pauta, sentencié que “La Revolución es violeta y se llama Fátima”, en referencia a toda la indignación que generó el feminicidio de la niña Fátima Cecilia, en la Ciudad de México y que ha provocado una respuesta sin precedentes en todos los sectores del país.

Y es un hecho que la contrarrevolución se vestirá del mismo color para obtener ventaja tras la adquisición súbita de feminismo (a pesar de que este, por su misma naturaleza, no camina por la ruta de la derecha).

Una de esas señales (poco difundida, por cierto) la dio la semana pasada el experto en comunicación, Antonio Solá, al inaugurar en Cancún la X Cumbre Mundial de Comunicación Política. La participación del creador de la campaña “AMLO, un peligro para México”, lanzada para impulsar la candidatura del panista Felipe Calderón rumbo a las elecciones presidenciales de 2006, inició con un performance de la canción “El Violador eres Tú”, a manera de espectáculo y no de doloroso mensaje en este país de feminicidas.

Según una nota publicada por el diario local La Verdad, el especialista afirmó que “Es necesario trabajar más la gente que a los políticos, llevándose a una política del entretenimiento, llegando a la politictainment”.

Otra señal fue la iniciativa del Partido Verde Ecologista, cargado de súbita indignación, que propuso castigar  los feminicidios con pena de muerte.  Y otras señales más son las súbitas muestras de solidaridad por parte de gobiernos en estados con alto índice de feminicidios (Nuevo León, por ejemplo).

Varias plumas de izquierda ya advirtieron que el paro del 9 de marzo podría ser considerado una estrategia de “golpe blando”, al estilo Venezuela, contra el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (una muestra es el respaldo de organizaciones empresariales y medios de comunicación, casi al unísono, a la movilización iniciada por la colectiva Brujas del Mar, de Veracruz, cuya vocera apareció en una fotografía junto al expresidente Felipe Calderón).

Y sí, podría ocurrir que la emergencia nacional por feminicidios sea uno de los principales expedientes que organizaciones internacionales (como la Organización de Estados Americanos) utilicen, cuando el interés lo amerite, en contra del gobierno de AMLO.

Pero centrar el debate en esto nos desvía, de nuevo, de la violencia machista que sacude las estructuras de este México: 10 mujeres son asesinadas cada día, una de cada cuatro niñas es violada antes de cumplir la mayoría de edad.

Las protestas feministas se han convertido en una marea porque hay muchos agravios mantenidos en silencio. Y parece que los hombres de izquierda no lo vieron porque lo consideraron algo normal, lo minimizaron o, de plano, prefirieron pasar de largo porque no saben qué significa salir a la calle sin miedo a ser violados, acosados o desaparecidos.

Retomo una frase que mi colega y amiga, la activista lesbofeminista de Venezuela, Marielis Fuentes, escribió recientemente en un artículo para la revista “Épale” de Caracas. “En las asambleas emite calurosos discursos sobre la importancia de la mujer en la sociedad, pero cuando llega a casa exige la ropa planchada y la comida caliente. Considera las leyes que amparan a las mujeres no como avances, sino como una amenaza personal. Llama “feminazi”, “histérica” o “sensible” a una mujer que le exige respeto o le planta un “no” en la cara”.

Veo que muchos regañan a sus compañeras de bancada, se han burlado de periodistas como Lydia Cacho y Carmen Aristegui o intelectuales como Sabina Berman. Se han colocado, otra vez, en una posición de superioridad.

Me parece que siguen deseando que sean hombres los que conduzcan el proceso de transformación porque así, bajo las reglas de siempre, mantienen sus privilegios a salvo.
La 4T será feminista o no será.

Por Arturo Rodriguez García

Creador del proyecto Notas Sin Pauta. Es además, reportero en el Semanario Proceso; realiza cápsulas de opinión en Grupo Fórmula y es podcaster en Convoy Network. Autor de los libros NL. Los traficantes del poder (Oficio EdicionEs. 2009), El regreso autoritario del PRI (Grigalbo. 2015) y Ecos del 68 (Proceso Ediciones. 2018).

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