
Por Ezra Alcázar
Cuando aquellos pescadores se extraviaron en el Pacífico durante 289 días tuvieron que enfrentarse a cientos de peligros, así como la búsqueda de ideas que pudieran sacarlos de aquellos muros de agua, pero también pasaban horas brutales de aburrimiento, de aislamiento y convivencia forzadas que los podían llevar a la locura, a la absoluta paranoia. ¿Cómo sobrevivir a los peligros de la propia mente? Uno de los pescadores llevaba consigo una Biblia que lo salvó de las horas del tedio y las meditaciones insanas de la mente.
Desde que empezó la campaña de “Quédate en casa” he invitado a muchas personas a leer, yo mismo me he propuesto una lista de lectura para los días de confinamiento, sin embargo la realidad ha sido otra. Más de una persona me ha confesado no poder concentrarse a la hora de emprender una novela o incluso una película, la necesidad de saber el estado del mundo frente a la pandemia nos exige toda la atención y cierta culpabilidad de no estar presente de lo que sucede. Y no voy a decir que el estar informado de la situación esté mal, pero es evidente que tenemos un exceso de información.
En las últimas semanas hemos visto la creación de nuevos espacios en televisión, radio y diarios con “coberturas especiales” que producen notas de evidente golpeteo político o prosa automática para rellenar horas y planas de información que consumimos con cada clic en cantidades industriales todos los días mientras intentamos entender lo que es el confinamiento. Y es tanto nuestro consumo que pareciera que la única realidad es la de la cuarentena y la telenovela de las siete, la de la discusión del Twitter y las cadenas de WhatsApp, el rumoreo. Hemos visto los terribles actos de discriminación para enfermos de COVID-19, así como para el personal de salud, y llegamos a la increíble pero tristemente real situación en donde pobladores de un municipio de Morelos amenazaron con quemar un hospital si atendían a contagiados de coronavirus cuando en México hay tal rezago y déficit en el sistema de salud.
Es comprensible que en situaciones como la que vivimos nuestra necesidad de información sea alta, pero si sumamos la atmósfera política tan polarizada y el tiempo libre que nos brinda el confinamiento, el resultado puede ser explosivo y peligroso para nuestra salud mental. Las historias de los que se han contagiado dos veces, de los jóvenes y sanos muertos o de cuánto tiempo vive el virus en el aire; todas notas con cierto grado de verdad pero sin ninguna precisión científica controlan el debate donde todo debe ser extraordinario, escondido, nuevo y siempre terrible.
Antes de que la rabia y el miedo nos atrapen, necesitamos una desintoxicación. Como los náufragos de San Blas volvamos a los libros y a otros debates, al arte y a descubrir una forma cómoda para vivir en esta situación que parece que se alargará en casa y en los noticieros cuando las consecuencias económicas se arraiguen en nuestras vidas con más resistencia que el mismo virus.