
DE UN MUNDO RARO
Dice la sabiduría popular que un pueblo que desconoce su historia, se ve condenado a repetir de manera irremediable los errores del pasado.
México atraviesa por un momento histórico peculiar y complicado. El gobierno de la autodenominada “Cuarta Transformación” encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador está lejos de alcanzar su plena consolidación.
A casi 17 meses de su mandato, el actual mandatario ya ha enfrentado algunas escisiones importantes en su gabinete, la incesante violencia criminal, una pandemia de orden global y se ubica en las postrimerías de una tormenta perfecta en el terreno económico, en la que los pronósticos más optimistas pintan un escenario de recesión y escasez de recursos como parte de las secuelas del azote del coronavirus a lo largo de todo el orbe.
No obstante, y a pesar de lo que señalan algunas encuestas y analistas antagónicos a su proyecto, la popularidad del Presidente continúa siendo el principal baluarte y capital político del régimen. López Obrador acapara, para bien o para mal un amplio espectro de la agenda pública. Toda discusión sobre los asuntos de Estado terminan irremediablemente en la cancha del Ejecutivo: desde el manejo de la contingencia epidemiológica, la crisis petrolera internacional y el estado de ánimo de la iniciativa privada frente a su forma de gobernar, hasta asuntos tan triviales como los comentarios de artistas, deportistas y comediantes, pasando por cualquier tópico que marque tendencia en las “benditas redes sociales”. De todo cabe en la villa del Señor de Macuspana.
Es de llamar la atención que el protagonismo de la figura presidencial ha prácticamente borrado del mapa a la totalidad de su gabinete, salvo contadas excepciones, como es el caso del multifuncional canciller Marcelo Ebrard (a quienes ya muchos ubican como el delfín presidencial para 2024), o el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud Hugo López-Gatell, quien ha resultado un fenómeno de la comunicación oficial en su papel como vocero de la estrategia federal ante la crisis del COVID19, ante la evidente inoperancia y falta de elocuencia de su jefe inmediato, el secretario Jorge Carlos Alcocer Varela.
Algunos otros personajes han tenido algunos episodios de pretendido lucimiento personal, con resultados bastante ambiguos, como la titular de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, quien ha recibido algunas oportunidades de acaparar reflectores, no obstante haber sido puesta en ridículo por el propio Ejecutivo Federal al armar una forzada maniobra para exonerar al titular de la Comisión Federal de Electricidad Manuel Bartlett, ante señalamientos de presunta corrupción. Aún así, la funcionaria tiene un séquito de seguidores que le aplaude cada acto o declaración, como es el evidente caso de su cónyuge, el académico John Ackerman, autoproclamado periodista y notorio propagandista de la 4T.
Otro caso ha sido el de la titular de Energía, Rocío Nahle, quien tuvo la delicada labor de defender los intereses del proyecto lopezobradorista ante los países integrantes de la OPEP, en una maniobra controversial que los seguidores del actual régimen no han dudado en calificar como una “valiente defensa de la Soberanía Nacional” al rechazar la propuesta del bloque árabe en el sentido de recortar la producción petrolera mexicana como aportación a una cuota global para estabilizar los precios internacionales del crudo. En efecto, sería injusto achacar a AMLO y a su ministra de Energía la actual catástrofe del mercado petrolero mundial, pero sí se les puede responsabilizar de dejar a México en una posición de desventaja, debiéndole favores a Donald Trump y enfrentando la acometida del bloque árabe, que ahora busca conquistar el mercado asiático ofreciendo petróleo a precios de ganga a los habituales clientes de Pemex.
Pero volviendo a la reflexión inicial, en torno a los ciclos históricos de la política mexicana, seguimos viendo a un López Obrador obsesionado por dejar un profundo legado, al equiparar su actuación , un día sí y otro también, a la de los grandes próceres de los que asegura ser heredero: Hidalgo, Juárez, Madero.
Su megalomanía lo ha llevado al extremo de reducir el ejercicio periodístico a dos extremos opuestos: el de los medios y periodistas “conservadores” -la mayoría-, que lo atacan por sus vínculos con la oposición y los grandes capitales, y en contratarte, una mínima cantidad de periodistas “que nos defienden”- a él y a su proyecto-, mismos que a su juicio, representan el “lado bueno” de la profesión.
Es cierto que en el periodismo persisten muchos vicios y corruptelas, pero en ese ejercicio de mezquino reduccionismo, López Obrador desdeña el trabajo de quienes hacen periodismo de investigación y denuncia; por no hablar de los cientos de historias que son reseñadas en ciudades y municipios por quienes ejercen el periodismo social, aquel que exhibe los abusos del funcionario, el alcalde, del empresario corrupto. O del periodismo policiaco y sus múltiples riesgos. Sin el trabajo de esas mujeres y hombres que han descendido a los infiernos de la injusticia, la miseria humana y la corrupción, México no seguiría acarreando la deshonrosa etiqueta de ser uno país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo.
Porque con todo y su pretendida transformación, de acuerdo con la organización Reporteros Sin Fronteras, durante el mandato de López Obrador se han registrado 15 casos de periodistas asesinados, adicionalmente a los que han sido amenazados o agredidos en el ejercicio de su profesión.
Los acontecimientos de los últimos meses nos han llevado a recordar uno de los más duros episodios de la historia nacional: la Guerra México-Estados Unidos y su desastrosa culminación en 1848.
México acababa de sufrir la pérdida de más de la mitad de su territorio, y la política interna era convulsa, ante la irreconciliable división entre liberales y conservadores.
Bajo ese panorama, hubo un Presidente que en 1853 decretó la abolición de la libertad de prensa. La investigación realizada por Raúl Hernández Lezama para el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INHERM) consigna lo siguiente:
“El descontento se transformó en irritación y en lugar de moderar su conducta, el gobierno publicó un bando contra los que murmurasen contra la autoridad, censuraran sus disposiciones o publicaran malas noticias. En él se imponía una multa de 200 pesos a cualquiera que, viendo cometer esas faltas, no denunciara a sus autores. Se canceló la libertad de imprenta y se impuso la pena de destierro a todo sospechoso de conspiración, la cual se aplicó sin distinción a hombres, mujeres y jóvenes, sin hacer excepción por vejez o enfermedad, quedando las familias en completo desamparo”.
Éste mismo personaje, señala el documento, sometió al escrutinio público su permanencia en el poder:
“Tratando de demostrar la legitimidad de su gobierno y la popularidad de su persona, (…) convocó a la celebración de un plebiscito en el que la población decidiría si debía continuar al frente de la presidencia. La consulta se llevó a cabo el 1º de diciembre de 1854; los resultados fueron dados a conocer por El Universal, periódico conservador que se había caracterizado por su desmedida adulación al régimen. De acuerdo con el diario, 435, 530 personas se manifestaron por la permanencia del mandatario en el poder y únicamente la despreciable cantidad de 4,075 se pronunciaron en contra”.
¿Quién fue este controversial personaje, quien por cierto, ocupó la presidencia seis veces, y en ninguna de ellas -por cierto- recurrió al golpe de Estado?
Pues ni más ni menos que Don Antonio López de Santa Anna, que para ése entonces, ya se había autoproclamado como “Su Alteza Serenísima”.
Pero existe un segmento de ésta investigación histórica que me sonó tremendamente familiar, en referencia al clima que se vivió en los últimos meses del mandato del controvertido general:
“En suma, el régimen de Santa Anna se convirtió en el gobierno de un hombre ‘poseído de algo como un delirio del poder’ que veía en cada individuo un conspirador y con esa óptica hizo de la persecución una forma de gobernar. Fueron víctimas del destierro destacados liberales como Guillermo Prieto, Melchor Ocampo, Benito Juárez, Ponciano Arriaga, José María Mata y muchos otros”.
Indudablemente, el espejo de la historia no siempre refleja a los poderosos en la forma y figura que ellos quisieran dejar a la posteridad.
Historia… juez implacable.
SOUNDTRACK PARA LA LECTURA:
-Black Grape (Inglaterra)
“In the Name of The Father”
-Depeche Mode (Inglaterra)
“Personal Jesus” (acoustic)
-Metallica (Estados Unidos)
“Lepper Mesiah”
Rosendo (España)
“Por meter entre mis cosas la nariz”
*Pequeño homenaje a los que somos necios por naturaleza