La cosa pública

Por Rodrigo Díaz Montes

En estos tiempos de crisis todos hemos volteado a ver al gobierno en busca de información, respuestas y soluciones. Y sin lugar a dudas la reacción del gobierno ha dejado mucha tela de donde cortar en el análisis de la cosa pública.

Por un lado, la sobre alimentación de información oficial con las 4 y ahora hasta 5 conferencias en realidad lo único que hacen es acaparar el espacio hábil para preguntarse a uno mismo qué es en realidad lo que queremos saber. Por el otro, la disponibilidad de tanta información y la facilidad con la que noticias inventadas, falaces, tendenciosas y/o amarillistas pueden acceder a nuestras cabezas (de forma consciente o inconsciente) y nos generan un estado de estrés y pánico constante.

Además, la ruin y desgraciada ambición de muchas personas dentro de la discusión pública afecta de forma negativa al rigor y estudio que se le deben dar a las noticias, en especial en estos momentos. Casos verdaderamente graves como el de Ricardo Salinas Pliego –a quien en realidad el Covid-19 solo le ha sacado el cobre y aparte se lo ha hecho brillar en todos lados, en su banco, en su televisora, en sus declaraciones y posicionamientos, tanto individuales como corporativos.

Y a todos nos surge una pregunta, la misma… ¿Por qué el gobierno no hace nada? Y no solo me refiero al control de información, sino en realidad a muchos ramos de la administración pública que se han visto sacudidos con la crisis, el de salud siendo el más notable, pero también el económico, fiscal, laboral, sanitario y todas las demás que tienen el carácter de interés público.

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La añoranza del pasado

En una clase a distancia, de esas que hoy en día todos los estudiantes estamos obligados a tomar, tediosas, cansadas y sujetas a la caprichosa voluntad de la señal del modem. Un profesor planteó la idea de que nos encontramos en una época muy particular, pero bastante similar a la del año 1918.

Si bien lo único que nos hace falta es una guerra, y espero de verdad que no llegue. La incertidumbre laboral, la crisis económica y la pandemia son factores que en ese momento también se presentaron. Como no soy economista ni sociólogo voy a limitarme a decir que la solución a la crisis de ese momento no llegó hasta terminada la Segunda Guerra, con la idea norteamericana del “Welfare State” traducida como el Estado Benefactor.

Un Estado Benefactor no es un Estado totalitario, sino en principio una evolución del Estado Moderno “no sólo tiene la función de proteger los logros (la vida o la propiedad), sino que apunta también a acciones positivas (redistribuir la riqueza, reglamentar las relaciones sociales, tomar a su cargo ciertos servicios colectivos, etc.)[1] Es en realidad un Estado que no solo vigilia, sino actúa en pro del beneficio colectivo.

Ejemplos del Estado Benefactor en México hay muchos que se pueden remontar a la Independencia. Pero en realidad aparecen con más claridad a partir de 1918 con la Constitución y se notaron sus efectos en las décadas de 1920 a 1950. Y se empezaron a deformar de mediados de la década 1960 para entrar en evidente crisis en 1981 cuando nos saquearon y no nos volverían a saquear (ojalá hubiera tenido razón JoLoPo).

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Debilitamiento y muerte

Con la entrada de Miguel de la Madrid, en México se empezó a discutir una idea que se originó en los 70’s en Estados Unidos: reducir el Estado y dejar que “El mercado” se encargue de resolver las necesidades de “El consumidor”[2] y estas necesidades quedarían resueltas en tanto se acuerde un “Precio”; esto, de manera muy resumida es el hoy famoso modelo Neo-liberal.

Dentro de esta reducción al Estado se fueron cortando muchos servicios y por ende muchos ingresos, capacidad operativa y de gestión. Todo con la premisa de que el mercado puede solucionar todos los problemas. Incluso, los Neo-liberales más radicales han abogado y promovido la idea de que el Estado debería desaparecer.

 

Nos hace falta Estado

Hoy en día nos hemos dado cuenta que existen ciertos factores ajenos al mercado que pueden hacer tambalear el orden establecido, tanto social, como económica y políticamente. El coronavirus en realidad nos ha demostrado que el mercado no tiene las soluciones a todo y que en verdad hace falta una intervención del Estado.

En la sociedad moderna es casi instintivo voltear al Estado en busca de una solución a los problemas que nosotros, como individuos no podemos resolver. Y desgraciadamente el Estado se encuentra muy flaco para poder resolver este tipo de problemas. Nos encontramos lejos de esos Estados que hacían los “Esfuerzos de Guerra” o los “Planes de reactivación y desarrollo económicos”. Pero por el otro lado, los Estados Tiránicos están a la vuelta de la esquina en situaciones de crisis.

Esto tiene que cambiar, pero tenemos que ser muy conscientes de la historia para generar los cambios adecuados.

 

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[1]Rosanvallon Pierre. La críse de l’Etat-providence, París, Seuil, 1984, pp. 20,22

[2]Nótese que ciudadano o persona no son términos admisibles en éste planteamiento

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