
Y volver, volver, volver a tus brazos otra vezā¦
Fernando Z Maldonado
DespuĆ©s de poco mĆ”s de un mes de encierro, lo Ćŗnico que nos mantiene en el lĆmite de la cordura es, sin duda alguna, la cotidianidad. El humano es un ser ritualista, un ser que gusta de llevar a cabo todos los dĆas sus rituales con la exactitud de un reloj suizo. Por la maƱana el levantarse, ir al baƱo, tomar una ducha, desayunar o por lo menos preparar una taza de cafĆ© antes de partir a las labores cotidianas, generalmente y, a manera de horóscopo, el desarrollo óptimo de esta rutina definirĆ” cómo serĆ” el resto de su dĆa. La diaria repetición simĆ©trica de nuestros rituales es un placer que, la mayor parte del tiempo pasa desapercibido hasta que algĆŗn pequeƱo detalle, como una pandemia, sólo por mencionar un ejemplo, nos impide desarrollar nuestra rutina. Afortunadamente la cotidianidad es muy noble, siempre encuentra su cauce.
A estas alturas del partido, la mayorĆa de nosotros ya ha adoptado nuevos rituales. En vez de levantarnos a las 6:00am nos levantamos a las 10:00am (a veces tambiĆ©n a las 10:00pm), vamos al baƱo, pero la ducha ya no es tan indispensable como el desayuno. Las botanas, por otra parte, han pasado a formar un elemento indispensable al momento de hacer home office o para sentarse a ver Netflix, incluso para una comida acompaƱada por una videollamada. DespuĆ©s de todo, como lo dijo Darwin, sólo los mĆ”s fuertes sobreviven. Desafortunadamente, entre la pelĆcula y la hora del yoga, aĆŗn pensamos en quienes fuimos.
Existe un aire de nostalgia al recordar ese buen cafĆ© que tomaba contigo en Macadamia o compartir una buena charla en persona cuando comĆamos juntos, ese inalcanzable pastel de zanahoria que nunca pudimos comer (un futuro inmediato del que fuimos despojados), tantos atardeceres y amaneceres irrepetibles que nos perdimos (que se llevaron). Me acuso de haber llorado en silencio mi ausencia en las aulas, he llorado amargamente por no haber estado ahĆ para abrazarte cuando mĆ”s lo necesitabas, era mi derecho acompaƱarte en tan difĆcil momento y me fue arrebatado. Fue terrible para mĆ quedarme en casa, aunque mi corazón y mi alma te acompaƱaron en todo momento.
Me duele pensar que jamĆ”s vamos a recuperar el tiempo perdido, me duele saber que cuando salgamos todo va a normalizarse y olvidaremos lo que perdimos. La cotidianidad se adaptarĆ” de nuevo. Tal vez y sólo tal vez, en alguna soleada tarde de oficina, recordemos quienes fuimos antes del encierro y quizĆ”s entonces vamos a volver, pero volver de verdad a nuestros lugares favoritos, a tomar cafĆ© en Macadamia, comer en ese restaurante, quizĆ” ese pastel de zanahoria encuentre su momento, no vamos a perdernos ningĆŗn otro atardecer. Por fin podrĆ© abrazarte como no pude hacerlo antes y decirte en ese abrazo que estoy ahĆ, que estoy para ti, que lamento tu pĆ©rdida y lamento la mĆa, lamento la pĆ©rdida de toda la humanidad, la pĆ©rdida de cada individuo sobre esta tierra y que he llorado con cada ser confinado durante esta pandemia.
Sé que vamos a volver a nuestros lugares favoritos (tus brazos, por ejemplo), pero ahora mismo no puedo mÔs qué pensar en todo lo que esta pandemia se llevó, eso que me quitó, todo aquello que me arrebató, de lo que me despojó y que jamÔs podré recuperar.
Con cariƱo para Mulder y alguien mƔs.