
Por Luis Javier Tapia Cáceres
Crecí escuchándolos. Cuando vas descubriendo la música, tratas de descubrir quién es mejor que quién; guitarrista, baterista, bajista, etc., y con el tiempo uno da cuenta que ello no es verdaderamente importante, por el contrario, que las diferencias son, justamente, lo que enriquece la gama, el espectro de lo que apreciamos. Temprano sentí una extraña atracción por el instrumento a cuento y pude advertir que la diferencia o lo que hacía que una banda me pareciera más interesante que otra, para decirlo mejor, fue el sonido que conseguía su baterista, de modo que las bandas que más me han atraído son aquellas que tienen un baterista que, a su vez, me ha maravillado por su particular destreza pero, más allá de eso, por un distinguible y específico sonido obtenido por su particular forma de tocar y pues bien, se me ocurre destacar a quienes me parecen los tres mejores, Charly Watts (The Rolling Stones), John Bonham “Bonzo” (Led Zeppelin) y Stewart Copeland (The Police) por darles no un orden de importancia sino cronológico.
WATTS

El primero, Charly Wats. Es legendario no solo por ocupar el puesto marca tempo de la banda más grande de Rock And Roll sobre la tierra, sino porque, en sus diferentes etapas y a más de 50 años de su fundación, consiguió la gran hazaña de adaptar su particular estilo a los caprichos creativos de los Glimmer Twins. Charly Watts (Kingsbury, R. U., 1941) es el miembro más longevo de la icónica banda. Su formación, a diferencia del resto de los Stones, no proviene del blues sino del Jazz y esa marca es no solo evidente sino que fue definitoria de sus Satánicas Majestades. Ingresó a las filas de los Stones de manera más o menos azarosa, pues Charly pretendía ser un músico de Jazz pero, la oportunidad, por un lado, y la necesidad, por otro, lo llevaron al Rock and Roll (entonces ellos decían ser una banda de Rithim and Blues). Así, con sus influencias más relacionadas con artistas como Chico Hamilton, Mulligan y Sony Rollins, (todos Jazzistas) que con Chuck Berry, Howlin Wolf o Little Richard, se entregó a al quinteto de con aptitudes y destrezas que dieron origen a una sonoridad única. Con el tiempo, Charly Watts definió su estilo y, como cualquier músico más o menos ambicioso podría aspirar, un sonido que es absolutamente distinguible. Con un set prácticamente minimalista de apenas 10 piezas y con un equipo que no tiene menos de 30 años y que ha usado en las últimas 5 o 6 giras, obtiene una contundencia y definición en el sonido incomparable. Cuando se le ha preguntado sobre lo reducido de su set, simplemente ha contestado con su natural enfado “Me gusta tocar lo que puedes controlar”. No hace redobles espectaculares ni mucho menos “solos” maratónicos, porque ni los necesita ni le interesan. Se ocupa de hacer brillar el contexto musical de Keith. Él mismo ha dicho que necesita más escuchar en directo a Richard que a Darryl Jones o en su momento a Bill Wyman. Nunca tomó clases ni contó con formación académica como músico ni tuvo lecciones para mejorar o conseguir dominar alguna técnicas en particular, así lo ha admitido, admite que ha aprendió viendo a otros músicos.
El denominador común con los siguientes dos de la trilogía; su sonido es básicamente la afinación de su tarola. Son prácticamente indistinguibles en su sonido los armónicos y ello puede deberse, en parte, a una afinación más cercana a los agudos que a los medios, a una tarola o caja redoblante de madera (Custom Masshoff de 14×8 Big Chief snare drum) pero sobre y ante todo, a ése preciso, exacto, asertivo y elegante ataque que logra con el “traditional grip” que es la forma en la que sujeta o “agarra” la baqueta, la que martilla en su tan propio y exclusivo mode, y de ahí el genio y lo fantástico de Charly Watts.
Puede ser temerario afirmar que los Stones suenan y son lo que son por Charly Watts… puede ser solamente.
JOHN BONHAM “BONZO”

Todos en el rock and roll (bateristas, por su puesto) han hablado, declarado, escrito y se han arremolinado de una forma u otra en torno a él. John Henry “Bonzo” Bonham (Reedditch, R. U. Inglaterra 1948) es tan legendario, ha influenciado a casi todos y muchos dicen ser inspirados por la máquina arrolladora e imparable del monstruo enloquecido tras los tambores, el endiosado John Bonham, alias Bonzo, a quien hoy por hoy -y con justicia- se le rinde una especie de pleitesía por la que se desgañitan unos y otros. El sonido que construyó y la forma en que lo hizo que parece venir de lo más primario, instintivo, casi animal, creó los cimientos -debatiblemente- para algo que después se le llamaría heavy metal (por supuesto, en consonancia con la invención oscura de unos locos de Birmingham). La singularidad es, de cierto modo, lo que impulsa a un músico a encontrar su sonido o eso que le llaman “estilo propio” y, en el caso de Bonzo, apenas tuvo oportunidad, consiguió un set que le permitía arrasar con su potencia sobre las grabaciones y conciertos. Su set era peligrosamente más grande que lo convencional para los estándares de la época, finales de los 70´s. Llegó a tocar con bombo Ludwing de 26×14 y tarola Suprasonic de 14×6.5. La norma era en ese entonces 22×14 y tarola o caja redoblante de 14×5. Impuso los llamados triplets como forma y estructura de su propio lengüaje, el “sello de casa”, digamos, pero como el resto de sus compañeros, la hazaña fue convertir al blues en hard rock y de ahí su siempre imponente forma de abordar las canciones de Led, con precisión de y sin restarle espacio y sonoridad a los otros tres talentos que conformaron esa unidad magistral que fue Led Zeppelin. Denominador común; el sonido indefectible de su tarola y ¿Cómo lo conseguía? En parte por la afinación, en parte por su golpe o ataque con su brazo/mano izquierda, pues al golpear con cierta potencia no regresaba el brazo a su lugar, se quedaba ahí hasta el siguiente ataque, era seco y con volumen. El “ancho” de la caja de la tarola tenía más amplitud y aunque “abarcaba más”, matizaba con la afinación que, de nueva cuenta, reducía sus armónicos. Evidentemente quiso tocar como nadie y prescindió -en parte- de la incorporación de demasiada técnica y prefirió dejarse llevar por su instinto que, logradamente, lo convirtió en uno de los mejores.
John Bonham era el corazón potente que bombeaba y hacía latir a Led Zeppelin, sin él ya no podría ser posible su existencia. El telón de cayó junto con el irremplazable Bonzo y, entonces, quedó la leyenda de Led Zeppelin.
STEWART COPELAND.

Un hiperquinético tras los tabores en medio de uno de los guitarristas más originales e influyentes de la década de 1980 y de un bajista-vocalista que consigue tonalidades y estructuras musicales incomparables para aquel entonces, ellos construyeron el perfecto POWER TRIO y, con tan solo 4 LP´s, influenciaron y siguen influenciando a decenas de bandas y, por si fuera poco, definieron el sonido de una época. The Police se formó con un prófugo del rock progresivo que es el baterísta a cuenta y un maestro de escuela enamorado del Jazz pero el rock-punk-reggae los unió tras reclutar a Andy Summers. Si bien Sting era el arquitecto del sonido de ese Power Trio, Stewart Copeland fue el elemento definitorio del éxito de la banda. La razones pueden ser muchas, las técnicas de grabación fueron decisivas, por ejemplo, pero incorporar síncopes, destiempos y redobles a velocidades inauditas sin desmejorar ni descolocar las melodías, solo pudieron venir de la cabeza de un perspicaz talento desaforado. No basta estar loco ni conducirse siempre como desquiciado como el caso del hijo del agente de la CIA, una neurosis que todo lo quiere abarcar pero que jamás prescindió de métrica y tino. Lo que hubiera sido un desbalance en cualquier otro lugar, en el caso de Copeland, se convirtieron en el riel y Groove puntual y acertivo, la vía que hizo brillar a Andy Summers y Sting. A diferencia de Charly y Bonham, Stewart tuvo una formación autodidacta post The Police que lo convirtió en compositor de orquesta y música para películas, series y demás scores. Diversas influencias como la música del Medio Oriente (pasó su primera infancia en El Cairo y Beirut), reggae, rock and roll y jazz, definieron su estilo y técnica incomparable para entonces y ahora. Como Charly Watts, toca con el traditional grip, y eso puede deberse a que estuvo fuertemente influenciado por Ginger Baker (Cream), incorporó a su set los OCTABANS toda una afrenta para la década de los 80´s cuando todo mundo quería tener sonidos abrazadores y utilizaba enormes sets con enormes toms. Copeland esquivó con mucha fortuna la tendencia. También innovó comenzando a utilizar pequeños splash (platillos muy pequeños de 8 pulgadas) aportando sonidos brillantes y nítidos prácticamente únicos para entonces. Así, obtiene el famoso rango dinámico que definió la música grabada de The Police. En entrevistas con medios especializados (Vgr; Modern Drummer) afirma que la técnica es necesaria pero que demasiada técnica mata la música, literalmente. En su carrera con The Police y posteriormente en otras formaciones (experimentales, casi todas) siempre utilizo la misma configuración de su set, la marca que lo ha respaldado ha sido la emblemática Tama Drumms y los platillos Paiste. El denominador común; el característico e inconfundible sonido de su tarola. Desde la década de los 80´s ha utilizado la misma medida, entonces una 14×5 Pearl Jupiter. Para la reunión de The Police y desde entonces aporrea con su traditional grip una Tama SC145 SIGNATURE SNARE, o sea, una hechura especial para él con las indicaciones o características solicitadas por el músico. En el “rock” no fue de un lado a otro experimentando con marcas, modelos y cambios radicales de sonido, más bien su labor ha consistido en entender la música que va creándose a su alrededor para aportar su inconfundible estilo, lo que podría ser una razón suficiente para que funcionara extraordinariamente bien con Andy Summers y Sting pues, a diferencia de Watts y Bohnam, Copeland si ha participado, integrado o formado parte de diversos proyectos y alineaciones experimentales que han contado con cierto reconocimiento como Animal Logic y Oysterhead (con Trey Anastasio y Les Clypol), nunca han tenido el impacto de The Police ni su éxito de ventas. A pesar de la muy breve carrera con The Police y de insipientes proyectos con otros power tríos, la revista Q lo propone como el 2º mejor baterista del mundo, la Rolling Stone lo sitúa en el lugar 10 dentro de los 100 mejores. Ahora es común verlo en su canal de youtube aporreando sus viejos sets con músicos invitados de diversos géneros y estilos musicales, es un compositor bien pagado de scores para series de televisión y películas y tiene proyectos interminables con orquestas y presentaciones con éstas alrededor del mundo, pero los lugares conseguidos en los almanaques de música popular y del mundo del rock and roll específicamente, se deben a su paso por The Police, indudable y fantásticamente.