
En algún lugar de la Constitución debe estar estipulado que los mexicanos tenemos el derecho, pero por sobre todo, la obligación, de hacer los consabidos “favorcitos”. Estoy segura de que en la insigne Carta Magna dice algo así sobre este tema:
Artículo N. Los habitantes de los Estados Unidos Mexicanos tienen derecho a solicitar a sus vecinos, parientes, amigos y en sí a cualquier habitante del país, apoyo o micros apoyos, mejor conocidos como favorcitos, para cualquier clase de diligencias cotidianas.
A. Para el ejercicio de dicho derecho se estipulan las siguientes bases:
- Toda persona puede solicitar un favorcito, que va desde dar la hora hasta el micro apoyo clásico de los mexicanos: dejar encargado un paquete, bulto, mandado o papel y pasar por él más tarde, que puede ser el mismo solicitante o cualquier otra persona previamente indicada por él.
- Si los favorcitos exceden la medida estándar de complejidad y se convierte plenamente en un favor o paro no aplica la misma obligatoriedad que para los favorcitos, que son ligeros, expeditos y simples.
- Será objeto de señalamiento como encajoso todo aquel que haga pasar un paro como favorcito.
- Así mismo será objeto de señalamiento como ojete negarse a hacer un favorcito. Se sugiere la siguiente contestación ante la negativa: ¿Qué se le cae, oiga?
Voy a enviarle una copia de esto a mis tres vecinos: doña L., la abuela de los niños que implotan la casa cada tarde y al señor de enfrente, del cual desconozco su inicial. Estoy segura de que desconocen estas reglas no escritas —hasta ahora— de la buena vecindad.
Hace unas semanas un repartidor de una paquetería me habló para decirme que estaba en mi domicilio para entregarme algo. Ese día nos aventuramos a ir a comer fuera y no volveríamos pronto. Se lo dije al muchacho y me sugirió que lo recibiera algún vecino porque sino yo tendría que ir por el paquete a la oficina. Esperé en la línea y me dijo: “Amiga, ya le dije a los vecinos de cada lado de su casa y al señor de enfrente y no quisieron hacer el favorcito. Puede recoger su paquete de 9 a 5 de lunes a sábado a partir de mañana.” Antes de colgar todavía me dijo “Que vecinitos se carga, amiga.”
He meditado desde entonces sobre este tema y, evitando asumir la menor responsabilidad por su actitud, llegué a una conclusión absoluta e irrebatible al respecto: Todos tenemos a los peores vecinos del mundo.