
Hace un par de noches tuve un sueño apocalÃptico, un sueño que me despertó sobresaltada a media noche, en el segundo mismo en el que cambia la fecha en el calendario. En mi sueño era perseguida por un asesino que no podÃa ver, un asesino serial que habÃa cobrado mil vidas y que ahora venÃa por mÃ.
Me acosaba, no podÃa ocultarme de él, estaba ahÃ, acechándome en las plazas, en los parques, en la escuela, en el trabajo, en el gimnasio, en los centros comerciales, en el transporte público; parecÃa estar en el mismÃsmo aire. El único lugar en el que podÃa sentirme segura y a salvo era en mi hogar. Después de un largo y riguroso proceso de revisión de puertas y ventanas, de desprenderme de la ropa que usé fuera de casa, lavar mis manos de manera compulsiva y desinfectar todo lo que el exterior contaminó, sólo después de eso, me sentaba en mi sala, abrazaba y besaba a los mÃos y podÃa sentirme seguro y libre. No sabÃa que el enemigo nos acechaba detrás de las cortinas y detrás de las paredes, esperando el más mÃnimo descuido para entrar y apoderarse del único espacio en mi vida del que todavÃa no era dueño.
En mi sueño salÃa a trabajar, con todas las medidas y precauciones que tener a un acosador tras de nosotros requiere: cabello atado y cubierto con un sombrero para que no pueda prenderse de él, careta para proteger los ojos, algo para tapar boca y nariz por si intenta tomarnos por sorpresa. Tomando siempre una distancia segura de todas las personas pues desconocemos el rostro de nuestro agresor, de nuestro victimario. Guantes en las manos y no tocar nada más que lo necesario. Ya saben, salir lo menos posible, vivir lo indispensable.
La idea de regresar al refugio seguro siempre impregna de esperanza un pesado dÃa, pero el sueño se convirtió, irremediablemente, en pesadilla. Al regresar al hogar supe que ya no estaba segura, supe que él estaba ahÃ, entre mis seres amados, tal vez, detrás de mÃ. Supe que todas esas medidas implementadas al exterior, tendrÃa que replicarlas dentro del refugio, en casa, con los que amo. Supe que nos convertÃamos en robots, seres que deambulan esperando que sus pulsaciones continúen la rutina de siempre. Seres sin pasión, sin alma, sin amor; seres cien por ciento racionales.
Desperté agitado y sudorosa, desperté y supe que la pesadilla era real, desperté para darme cuenta qué con asesino o sin asesino, qué con pulso o sin pulso yo ya estaba muerta, estaba muerto, todos estábamos muertos.