Por Morgendorffer / Imagen: Matthew T Rader

Ayer por la tarde mi abuelo llamó. Quería que le ayudará en casa para ordenar algunas de sus cosas, con la promesa de que si veía algo de mi interés lo podría tomar. Aderezó la oferta mencionando que tenía mucho material de lectura, sabiendo de mi afición por esta actividad.Pero no eran necesarias las ofrendas, mi padre me obligaría a ir. 

Llegando a la casa donde pasé tantos días de mi infancia, me encontré con un cuarto repleto de cajas y bolsas, chácharas regadas por todos lados y un foco a media luz. La basura de un hombre es el tesoro de otro, pero en este caso, no. Comencé por las cosas sueltas, las dividí en tres pilas, para guardar, para tirar y las que me interesaban. La primera tenía una cifra considerable, la segunda estaba a tope y la última casi desierta. Sólo un par de vinilos y un juguete de hojalata. En las bolsas, la mayoría era ropa, también cobijas y sábanas. No había gran cosa para mí, no era mi estilo. 

Cuando toqué la primera caja, el abuelo me dijo que en alguna de esas estaría lo prometido, supuse que serían las más pesadas, que encontraría algunos libros. En mi mente habría alguna enciclopedia, y diccionarios desactualizados, esos que me gusta coleccionar, una primera edición compensaría todo el polvo y las alergias que venían con él. Pero era pedir demasiado.

 Lo que encontré fue un montón de revistas y periódicos. Aparté algunos comics que seguro eran de mi padre, le daría gusto tenerlos de vuelta. Mucho interés general, mucho Reader´s Digest, un par de PLAYBOY´s, me sonrojé, no supe en que pila ponerlas. 

Lo que siguió fue encontrar muchos periódicos, la mayoría deportivos. Sucesos de los que yo no fui parte, pero que significaron mucho para tantas personas, porque el deporte es esa cosa que reúne y divide, fanatiza. Que convoca, que se hereda. Yo he sido parte de, he idolatrado bajo el mantra de los mismos colores. 

Me llamó la atención una caja temática, era de baseball, de un equipo con muchos fanáticos en nuestro país. La mayoría atraídos por un solo hombre, un salón de la fama casi en automático desde su aparición en la gran carpa, Andrés Manuel López Obrador. De lo que más se encontraba eran reportes de esa gran serie del 81, yo no lo viví en carne propia, nací muchos años después,  pero siempre ha sido un referente del deporte mexicano y de las grandes ligas. 

Tomé un ESTO con AMLO en la portada, justo la crónica del séptimo juego de la serie, aquel mítico momento que paralizó una nación… 

Todo se resume a este último lanzamiento. Parte baja de la novena entrada, casa llena, dos outs, cuenta máxima para el bateador. Marcador 4-1. Ha sido una serie extraordinaria, que, sin duda, colocará este clásico de otoño en la memoria de los aficionados. Los libros marcarán este Dodgers-Yankees de 1981 como un hito para el rey de los deportes. El toro López se enfrenta al cañón Chávez, un duelo que ha resaltado durante el juego, y que al menos esta noche está del lado del mexicano. 

Este enfrentamiento se origina en el juego de estrellas donde el venezolano fue dominado totalmente en tres turnos al bat, a pesar de su promedio de .390. Pero frente al premio Cy Young de este año, no ha sido suficiente. Nota completa pp. 31-35… 

En el juego uno, el sabaneteño se fue con un palo de vuelta entera y un par de carreras impulsadas. El de Macuspana fue relevado en la sexta entrada. La ofensiva hizo un trabajo extraordinario, encabezada por el dominicano Pedro Guerrero, junto al cerrador, para darle a los Dodgers el primero de la serie…

El segundo fue una victoria aplastante por parte de los bombarderos del Bronx, en el que Chávez se lució conectando en cada uno de sus turnos al bat…

 El tercero fue un duelo más parejo pero el factor cañonero se hizo presente para que los Yankees tomaran la delantera dando vuelta a la serie. 

El cuarto fue una clase de picheo, el tirabuzón de AMLO, a partir de este momento se volvía legendario, con un juego sin hit ni carrera. Con el que se empataba la serie… 

En el quinto nos fuimos a extra innings, en un juego de madrugada los Dodgers daban la voltereta… 

En el sexto se esperaba que el toro cerrara la serie, pero una molestia en el calentamiento impidió su participación. En el Yankee Stadium se vivió una fiesta, se empataba la serie y se obligaba a un séptimo juego. El cuadrangular de Chávez en la octava inclinaba la balanza para los neoyorquinos… 

Y aquí estamos, último juego, viernes 30 de octubre de 1981… 

Mi abuela llama a comer. Al final sólo tomé una gorra que estaba al fondo de la caja, por el mero recuerdo de que, por algún momento, ya sea a favor o en contra, todos fueron parte de la amlomanía.

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