
Por: Gwenn-Aëlle
Saqara.
Nombre que jamás había escuchado.
Y lleva unas dos semanas sonando en las noticias. Que porque se encontraron, —que no es igual que descubrir— varios sarcófagos en excelente estado.
Miré un documental en Netflix sobre la puesta al sol de la tumba de un hombre, cuyo nombre suponen ser Wahtye, y de su familia, suponen. Muchos supuestos, pero es que trasladarse 4500 años para estudiar una tumba es finalmente un enorme cuestionamiento de todo lo hallado y resulta en una enorme acumulación de supuestos. Tal vez entre los arqueólogos exista la misma tendencia al revisionismo que la que hay entre historiadores. Supuestos, supuestos, supuestos que para mi mente a veces crean laberintos de perplejidad y preguntas.
En paralelo, los noticieros abundaron sobre el descubrimiento (!) de varios sarcófagos en el mismo lugar, sólo que más para allá, al ladito pues, en perfecto estado. Son más de cien.
No me queda claro si se habla del mismo lugar, las ortografías son diferentes, una o dos q o de plano todo con k [1], las fechas también. Pero no importa mucho, tratan los dos acontecimientos de lo mismo: desterrar muertos milenarios.
Desde joven, al descubrir un sarcófago ocupado en el Louvre o esqueletos en posición fetal en el Museo de Arqueología de la CDMX, he pensado lo mismo: esto no es correcto. Se interrumpen reposos, se ignoran voluntades y se desnudan vidas ajenas.
Sí, la historia, sí el conocimiento. Sí, no discuto eso. La parte humana es la que discuto.
Una cosa es dejar tu cuerpo a la ciencia y otra que desconocidos se atrevan —sí el verbo no es demasiado fuerte— se atrevan entonces a examinar tus restos. Más si en tu creencia está el volverlos a usar algún día.
En el documental Los secretos de la tumba de Saqara es innegable el respeto y amor con el que trabajan arqueólogos y los que ubico como jornaleros. Las explicaciones se llenan de ello también.
Los jeroglíficos que cuentan la saga familiar están bien conservados. La silueta recurrente de un pájaro indica si se deben leer hacia la derecha o hacia la izquierda y se repite el nombre de Wahtye de una manera insistente. Como buscando adueñarse del lugar en voz alta, llevando a los arqueólogos a suponer que el hombre aquel pudo haber robado la tumba al hermano, y tal vez hasta la vida.
Varias estatuas representan a la familia de Wahtye. La decoración de las paredes no habla de su vida sino de su sueño de vida, de lo que deseó para su “después de”. Aunque claro, al describir anhelos, también describe carencias o deseos de su existencia. También que para tener una tumba del tamaño que se logra apreciar, tal vez no haya tenido carencias ni económicas ni afectivas el hombre. No todos los egipcios lograban ser enterrados[2] y momificados con toda su familia.
Lo cual llevó al equipo, —todos egipcios, lo dicen muy claro y con orgullo—, a investigar las causas de la muerte de padre, madre e hijos en un corto periodo. Una mujer, la cual ha estado también en las noticias de los 100 y tantos sarcófagos que se han presentado ante las cámaras, reumatóloga de profesión, examinó los huesos. Uno por uno, retirando trozos de vendas y tierra pegada a ellos con tranquilidad, hablándoles y pidiéndoles alguna suerte de permiso —eso pienso aunque no sea explícito en la filmación. Los estudios sugirieron después la existencia de anemia y el rostro de la doctora se iluminó por completo.
Porque sería el ejemplo más antiguo de anemia registrado en nuestra historia. Porque es importante saber de dónde venimos y cómo morimos. Y sí, porque descubrió algo, —que no es igual que encontrar— y porque los investigadores viven como nosotros de todos esos logros laborales, históricos para ella.
Aprecié profundamente sus gestos, su ternura al manipular los restos de hueso. Amé el respeto que demostraron todos Desde el chavito que sólo carga arena en canastas —del mismo tejido que aparece en la paredes de la tumba, re-vivencia de la historia a través de nuestros gestos ancestrale—, hasta el gran Manitú que de repente se descuelga hasta el sitio para decidir si se sigue excavando o no. Que el Ramadán está cerca, y que, sobre todo, la lana del gobierno escasea. Por tanto, es posible que no se renueven permisos y que no haya financiamiento para seguir con la excavación.
Sacan a la luz del sol varias estatuillas de gatos, parecidas a la que mi abuela amaba. Prueba de que también los gestos alfareros se han perpetuado a través de los años y de que los felinos no han cambiado su postura al sentarse, y una momia, felina también, envuelta en tela, ojos pintados y seño extrañamente fruncido.
Se confirma luego por un especialista en animales momificados que es un león. Diminuto. El león momificado más antiguo que se haya encontrado. Y se siente en su mirada el mismo júbilo desbordante que el de la doctora, el del jefe, el de los arqueólogos y que del chalancito de las canastas.
Los sarcófagos están dañados, el agua se trasminó en algún momento, y se manipulan con cuidados extremos. Se abre uno en algún momento y se ve una momia, brazos descansando de una manera inusual —no revelaré por qué, el documental lo explica mejor.
Toda esta búsqueda refleja el viento que se pueda sentir en esos lares. El que refresca un poco la nuca, el que lleva a recordar que la vida existió en esos trozos de pasado sostenidos con respeto. Y se pierde, se pierde el viento al ver los otros cien sarcófagos expuestos para los periodistas. Quienes intentan describir lo que ven, crear un movimiento de curiosidad, reavivar al turismo que entre atentados y Covid tiene los pies medio fríos.
Se interrumpe el reposo. Se interrumpe el sueño de Wahtye. No podrá recuperar su cuerpo, fue desenvuelto, perforado, radiografiado, y casi, monetizado. El respeto se diluye y el pájaro de los jeroglíficos enmudece.
Como el pájaro que pasó el otro día en el monte, cerca de Teocaltiche[3], Jalisco. Su vuelo no dio más pistas que las que se tenían, se siguió escarbando en el lugar designado.
Y se sacaron al sol restos humanos. Con cuidado, con respeto se manipularon, los trozos de ropa se separaron y tal vez, sólo tal vez, alguien lloró. El miedo seguramente afloró.
Las autoridades se descolgaron y pisotearon las pocas hierbas que habían logrado seguir creciendo. Hubo bromas y palabras malsonantes y los huesos fueron transportados en bolsas de plástico, al SEMEFO, guardados en la espera de que se diera la orden de investigar.
Claro que supongo. Y tal como los arqueólogos baso mis suposiciones en lo que sé, lo que he visto alrededor de otros hallazgos de este tipo. Lo que he oído, leído, tragado y casi vomitado.
La causa de la muerte parece evidente, las balas dejan huellas, perforan los cuerpos, y no hay identificación. No se grabó el nombre de las víctimas en la pared de ningún lado. No hay radiografías ni mucha investigación, parece ser más importante un muerto de 4500 años que uno de pocos días.
Sus familias quedaron sedientas, no hubo viento fresco sobre las nucas.
El pájaro no ha regresado.
En algún momento, tal vez, se podrán tomar esos huesos entre las manos, besarlos, llorarles —que el agua de ojos es soberana para recordar sueños de vida— y enterrar, de nuevo, con amor, con respeto. Quitarlos de la luz del sol. Quitarlos de los noticieros. Sin importar si, como Wahtye, le robaron algo al hermano o si fueron delincuentes, narcos o sólo daños colaterales.
Podrán tal vez entonces encontrarse con el egipcio, mirar un instante hacia atrás y seguir, seguir, seguir.
Necesitan todos esos huesos, esas pieles curtidas por el tiempo, las entrañas secas de Wahtye, las tripas podridas de los tres asesinados y tanto cráneo de tanto museo y tanta morgue, regresar unos a la tumba edificada, otros llegar por fin al lugar escogido en vida o preparado por los deudos. Necesitan estos trozos de seres humanos el respeto de sus creencias en lo que al descanso eterno se refiere. Reposar. En calma y silencio.
Dejo dos ligas.
https://es-us.noticias.yahoo.com/descubrimiento-cien-sarc%C3%B3fagos-intactos-egipto-171733693.html
[1] Agreguemos que existe un Saqqara en Monterrey y dejemos la búsqueda en línea en lo más básico.
[2] ¿Se usara esa palabra para las momias egipcias? ¿Enterrar no será nada más para abrir suelo, introducir ser u objeto y luego cubrir con la misma tierra fértil o seca que se sacó?
[3] Teocaltiche, teo- kalli- tech: sagrado-casa-cerca. Las coincidencias no existen y este nombre resuena en mí tanto como el de Saqara, con una sola q.