Foto Jorge Aguilar en Unsplash

TRES DE TRES / POR LUIS ENRƍQUEZ GUZMƁN

Hace unos meses los gobernadores que formaron la Alianza Federalista revivieron diversos fantasmas históricos, que en realidad poco tenían que ver con los objetivos de la iniciativa. No faltaron quienes alertaron de un posible atentado a la federación e incluso hubo voces que abogaron por la secesión. Si bien estos miedos eran solo eso, miedos históricos, un sector de la opinión pública puso sobre la mesa el tema el Nortexit.

Esta iniciativa propuso, desde 2016, separar la región norte de MĆ©xico, desde el BajĆ­o hasta Tijuana, cuyo argumento central se basaba en la autosuficiencia regional y la mala distribución de recursos de la federación; adquirió su nombre a partir de la combinación del nombre de la región y el del plebicito que buscaba sacar a Gran BretaƱa de la Unión Europea, el Brexit. Aunque inconstitucional y polĆ­ticamente inviable, encontró gran resonancia en redes sociales, donde algunos usuarios mostraron simpatĆ­a por la idea a la par que emitĆ­an comentarios un tanto clasistas y racistas hacia el resto de los estados de la RepĆŗblica; hasta se llegó a decir que podrĆ­an ser una potencia mundial si emprendĆ­an la secesión. 

PodrĆ­a pensarse que esta iniciativa es la versión mexicana de otras propuestas en el mundo en las que regiones o estados buscan su autonomĆ­a o incluso convertirse en naciones independientes. Aunque lo hacen por motivos distintos, destacan los casos de Texas y California en Estados Unidos; Quebec en CanadĆ”; y CataluƱa en EspaƱa. Cada uno de estos pleitos es digno de un anĆ”lisis pertinente, pero para fines de la presente serie de entregas se hablarĆ” de tres casos en la historia de MĆ©xico del siglo XIX en la que algunos personajes consideraron escindir una porción del territorio, por las razones que hayan sido, bajo la creencia de que podĆ­an mejorar su situación regional haciĆ©ndose a un lado de la inestabilidad que caracterizó a la nación en esa centuria. 

Lo que se busca demostrar a lo largo de los ejemplos que se presentarĆ”n es la inviabilidad de las iniciativas pasadas y cómo las actuales tampoco reflejan un proyecto certero que pueda traducirse en el cumplimiento de los objetivos que se plantean los impulsores. 

El ejemplo de la estrella solitaria

Durante los tres siglos de dominación colonial el norte del territorio permaneció alejado de la vida del centro de la Nueva EspaƱa, esto debido a las escasas y malas vĆ­as de comunicación. La escasa comunicación impidió el poblamiento acelerado de la región pero, sobre todo, fomentó una especie de autonomĆ­a, por lo que las Provincias Internas poco se supeditaron a la voluntad de la autoridad virreinal central. Aun cuando durante la Ć©poca de las Reformas Borbónicas (1750-1808) se trató de poner orden en la región, esta continuó marcando sus propias pautas, aunque no pudo escapar de todas las órdenes de la metrópoli. 

Este carĆ”cter autónomo fue heredado tras la independencia. Una de las principales preocupaciones de la nueva nación era la de homogeneizar el territorio bajo una forma de organización jurĆ­dico-polĆ­tica. Tras la caĆ­da del imperio de Iturbide (1821-1823), el primer gobierno de MĆ©xico se constituyó como una repĆŗblica federal, basada en el reconocimiento de la autonomĆ­a de los estados y la cesión de ciertas libertades. Sin embargo, en 1835 la repĆŗblica federal fue disuelta por Antonio López de Santa Anna, quien estableció un gobierno central, convirtiendo los estados en departamentos; Ć©stos quedaban sujetos a la autoridad de un poder central. Esto no fue del agrado de los estados, y menos de los del norte, que históricamente se habĆ­an regulado casi por su cuenta. 

La reacción ante el cambio en la forma de gobierno fue externada abiertamente por los habitantes del estado de Texas. Para 1836 la mayorĆ­a de la población en ese estado estaba compuesta por colonos estadounidenses que defendĆ­an y promovĆ­an ciertos valores e instituciones caracterĆ­sticas, mas no exclusivas, del sur del paĆ­s de las barras y las estrellas, como la adquisición de tierras, la esclavitud y el comercio de algodón. La mayorĆ­a de los colonos extranjeros ingresaron al territorio poco despuĆ©s de la consumación de la independencia, aunque hay registros que hablan de la presencia de estadounidenses en Texas a principios del siglo XIX. 

En un inicio el gobierno mexicano consideró viable la llegada de colonos al territorio, pues necesitaba poblar la región, asĆ­ como ā€œgente industriosaā€ que trabajara las tierras; aunque las autoridades fueron muy flexibles con los nuevos pobladores, el lĆ­mite para ingresar fue la religión, que no podĆ­a ser otra mĆ”s que la católica, y la admisión de esclavos, pues desde los albores del movimiento insurgente se proscribió definitivamente. Hubo una serie de malentendidos entre los colonos, encabezados por Stephen Austin, y los gobiernos que se establecieron entre 1821 y 1836; no obstante, la gota que derramó el vaso para los texanos fue la instauración de la repĆŗblica central, pues vulneraba su relativa autonomĆ­a y el respeto a las concesiones que les habĆ­an sido otorgadas por gobiernos anteriores. 

El resto de la historia se conoce. Texas declara su independencia pero el gobierno mexicana, encabezado por Santa Anna, trata de disolver la rebelión, y aunque logra victorias militares importantes, como la del Álamo, es derrotado por el general Samuel Houston. Finalmente prisionero, es obligado a firmar los Tratados de Velasco en 1836, en los que reconoce la independencia de Texas, aunque en la realidad el gobierno mexicanao tardó mÔs en reconocer la independencia; lo que parece que nunca aceptó fue la pérdida territorial.

Una república pequeña en un río grande

El argumento de la inconformidad con el centralismo no sólo fue el pretexto para la escisión de Texas —aunque muchos historiadores hablan de la ā€œinevitableā€ pĆ©rdida de Texas—, sino que se hizo extensible a un grupĆŗsculo de inconformes con el sometimiento de los estados al poder central. En marzo de 1839 Antonio Canales Rosillo, militar y lĆ­der polĆ­tico, junto a JesĆŗs CĆ”rdenas y Antonio Zapata, se levantaron en contra del gobierno centralista de Antonio López de Santa Anna, declarando independiente a los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas; a su vez,Ā  trataron de incluir una franja del sur de Texas. El territorio independiente recibió el nombre de la RepĆŗblica de RĆ­o Grande, haciendo referencia a la forma en que se conoce al rĆ­o Bravo del otro lado de frontera.Ā 

Desde un inicio buscaron el auxilio de la RepĆŗblica de Texas, pero esta permaneció escĆ©ptica ante los riograndenses; de hecho, el presidente de Texas, Lamar, no mostró su apoyo definitivo a los republicanos, aunque trató de promover una especie de relación comercial. Como toda rebelión, trató de ser apaciguada por el incipiente ejĆ©rcito mexicano. ValentĆ­n Canalizo, al mando del general Mariano Arista, se encargó de librar varias batallas en contra de los federalistas, en las cuales casi siempre resultó victoriosa la División del Norte -no confundir con el ejĆ©rcito comandado por Francisco Villa durante la Revolución Mexicana-. 

En un comunicado al presidente, Juan N. Almonte, secretario de guerra y marina, afirmó que los rebeldes estaban prĆ”cticamente vencidos, al igual que sus vecinos texanos, y quera cuestión de tiempo para que decidieran reintegrarse al paĆ­s. No obstante, consideró pertinente aclarar que la idea de reconocer la independencia de Texas y de la RepĆŗblica de RĆ­o Grande no era tan mala, pues podĆ­a servir de contención ante los intereses expansionistas de su vecino. A su vez, definió que las razones de la secesión no estaban marcadas por la lucha entre el federalismo y el centralismo, sino en la corrupción, de la que buscaron huir. 

Aun cuando la idea de la ā€œdefensaā€ del republicanismo cundió en federalistas radicales como ValentĆ­n Gómez FarĆ­as, que pensó en entregarle la plaza de Tamaulipas a Canales. Sin embargo, la debilidad del ejĆ©rcito de voluntarios de la RepĆŗblica ā€œNorte-Mexicanaā€ se hizo mĆ”s evidente frente a la milicia mexicana —que no estaba mĆ”s preparada que los rebeldes—. Los federalistas se quedaron solos al no recibir ayuda de Texas y Estados Unidos. De acuerdo con testimonios, JosĆ© Antonio CanalesĀ  llegó a mencionar que pensaba fusionar la RepĆŗblica con Texas. Sin embargo, a finales de 1840 cayó ante el gobierno centralista de Anastasio Bustamante firmando una rendición en la que afirmaba no haber conspirado nunca en contra la RepĆŗblica Mexicana y haber mostrado simpatĆ­as por la de Texas (aunque eso no era cierto).

El intento de crear una repĆŗblica federalista al margen de la mexicana y muy cerca de uno de los principales objetivos del expansionismo estadounidense no podĆ­a llegar a buen puerto. Aun cuando los protagonistas hubieran abogado por mantener la independencia y soberanĆ­a de la RepĆŗblica de RĆ­o Grande, probablemente se hubieran unido a Texas y posteriormente a los Estados Unidos. La historiadora Josefina Zoraida VĆ”zquez asegura que de haberse realizado este escenario se hubiera abierto la puerta a aventureros que buscaban saquear pueblos fronterizos y, en el peor de los casos, anexarlos a Estados Unidos;  sin embargo, pudo facilitar todavĆ­a mĆ”s, territorialmente hablando, la guerra con ese paĆ­s, que tuvo lugar entre 1846 y 1848. Para ser patriotas que no buscaban daƱar a la nación mexicana, no lograron medir los alcances de sus acciones (Āæo sĆ­?).

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