DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro

Antes de entrar en materia con la presente entrega, quisiera responder a las inquietudes de algunos amables lectores.

Me han preguntado el motivo por el cual ésta columna transita de manera repentina de temas políticos a otros aparentemente más triviales, como la música, el cine o el entretenimiento.

La respuesta es sencilla: nombre es destino. Después de más de 20 años de dedicarme al periodismo como actividad diaria, y mayormente al periodismo político, he llegado a un punto de mi vida en el que he decidido dejar a un lado la obsesiva cobertura de la agenda de gobiernos, partidos y candidatos, y dar rienda suelta a otros temas que me atraen o me inquietan, como la literatura, la historia y la música.

No de a gratis la columna se llama “De un mundo raro” (tomado en referencia una canción del gran José Alfredo Jiménez), porque se trata de un ejercicio un tanto arbitrario de opinión. Y a final de cuentas, nuestro entorno político (y sobre todo nuestros actores políticos) derrocha tal nivel de horrorosa mediocridad que de plano muchas veces prefiero en lo personal voltear la mirada a otros terrenos.

Dicho lo anterior, entramos en materia:

En recientes entregas, hemos abordado desde distintas ópticas el escenario de crisis que enfrenta la industria musical a nivel internacional ante la pandemia del COVID19. Y hemos hecho énfasis en que uno de los géneros musicales que más fuertemente se han visto afectados es el rock, por tener en los conciertos y eventos masivos una de sus principales fuentes de expresión y sostenimiento financiero.

En el caso particular de México, a pesar de la existencia de ciertos nichos especializados, una queja reiterada es la falta de espacios y medios de difusión al trabajo de artistas y bandas nacionales. Dicha afirmación es relativa, si consideramos que durante por lo menos tres décadas (60’s, 70’s y 80’s), el rock mexicano fue desterrado de los medios masivos (radio y TV principalmente) y sus conciertos fueron relegados a lo subterráneo, celebrándose en espacios de precaria infraestructura: los tristemente célebres “hoyos fonquis”.

Desde finales de los ochentas y con mayor énfasis en los noventas, el panorama cambió; muchas bandas y artistas obtuvieron contratos con sellos disqueras nacionales e internacionales, y tras años de auténtica sequía, comenzaron a presentarse en nuestro país conciertos de artistas internacionales, lo cual dio nuevas alternativas de exposición al talento nacional, al alternar como abridores de shows de talla internacional. Los conciertos comenzaron a celebrarse no sólo en la capital del país, sino también en diversas ciudades como Monterrey, Guadalajara y Puebla, por mencionar algunos ejemplos, y México comenzó a considerarse como una de las plazas obligadas en todas las giras internacionales de las bandas y artistas internacionales del momento.

Sin embargo, algo parece haberse atascado en la maquinaria del rock nacional. A pesar de la proliferación de gran cantidad de bandas nuevas e independientes, el esquema de difusión mediática y los conciertos masivos se ha visto acaparado por algunos cuantos artistas. Uno de los ejemplos más marcados es el festival Vive Latino, creado en 1998 y que ha celebrado 21 ediciones a la fecha, la última de ellas, controvertida por haberse realizado al inicio de la alerta por la pandemia del coronavirus.

Una de las críticas reiteradas al festival es que a pesar de la apertura de distintos escenarios, y de la incorporación de artistas internacionales y de otras lenguas (ya no sólo el español), el cartel ha caído en un esquema de repetición, con bandas como Caifanes, El Tri, Fobia, La Maldita Vecindad y Café Tacvba como parte habitual del menú. Y eso en parte es cierto, pero también habría que considerar que sin la presencia de dichos actos, difícilmente se podría sostener la asistencia masiva del público a dicho evento durante más de dos décadas.

Sin embargo, el presente escenario de crisis pandémico ha impactado a sobremanera en la productividad de muchos proyectos musicales, por las dificultades logísticas que implica incluso la celebración de los llamados conciertos virtuales.

No obstante, existen otras corrientes musicales que no se han dormido en sus laureles, y que a pesar de las dificultades, han encontrado mecanismos de  supervivencia.

Uno de los más notorios casos es el del movimiento del hip hop mexicano, que ha encontrado en las plataformas digitales y las redes sociales el entorno ideal para su monetización y crecimiento.

Mucho ha ocurrido en el hip hop mexicano desde aquél ya lejano 1996, en el que una banda regiomontana llamada Control Machete logró un éxito masivo con su álbum debut Mucho Barato. Gran cantidad de artistas, bandas y proyectos han surgido a la fecha, y de manera muy similar al rock, sus exponentes encontraron en la marginalidad el medio para su desarrollo y supervivencia.

Y en esa marginalidad, algunos proyectos lograron un importante posicionamiento. El hip hop en español y particularmente el mexicano nunca ha tenido realmente una difusión masiva, debido a la rudeza de sus líricas-cargadas de contenido explícito, y particularmente en el caso del “gangsta rap”, de referencias a la violencia y al consumo de sustancias y alcohol- pero eso no ha impedido que, en los tiempos previos a la pandemia, sus actos más conocidos lograran abarrotar algunos  importantes foros a lo largo del país.

Es notable que unos cuantos exponentes del género han logrado trascender el aspecto puramente musical y convertirse en productos exitosos en distintos ámbitos. Tal vez el ejemplo más conocido sea el de Eduardo Dávalos, mejor conocido como MC Babo, el líder y vocalista principal de Cartel de Santa, quien durante 25 años se ha mantenido activo y generando distintos frentes de negocio, creando su propio sello discográfico (Babilonia Records), produciendo sus propios videos, línea de ropa y accesorios, estudio de tatuajes y barbería en su ciudad de residencia, Santa Catarina, Nuevo León, sino también  llegando al nivel de producir una película con una trama de ficción: “Los Jefes” (2015), que sin ser un documental o película de contenido exclusivamente musical, logró éxito en taquilla y un posicionamiento importante en dos distintas plataformas digitales (Netflix y You Tube). Y por si fuera poco, el filme también sirvió a Babo como lanzamiento de su propia marca de tequila, también llamado “Los Jefes”.

Durante la última década, el escenario del hip hop, rap , reggaetón y trap mexicano se ha visto en crecimiento, con diversidad de corrientes y contenidos. Si bien existe una fuerte crítica al contenido violento, misógino y sexista de sus letras, también existen algunos exponentes que han dedicado temas a la protesta social y a la crítica política. Vale la pena mencionar que en éste último apartado, las mujeres mexicanas hip hoperas han tenido aportaciones más notables que sus colegas del sexo opuesto.

En la actualidad, entre los artistas más destacados del género se encuentran Santa Fe Klan, La Banda Bastón, Alemán, MC Davo, Gera MX, C-Kan y Neto Peña, entre muchos otros.

Y por supuesto que imitando el estilo de los raperos gringos, la rivalidad y la competencia también tienen presencia en la escena. Un caso notable es el de MC Dharius, ex integrante de Cartel de Santa, quien tras abandonar la agrupación en 2013 inició una carrera como solista, misma que lo ha llevado a asociarse con otros intérpretes como Tiro Loko, MC Davo y C-Kan, y a lanzar su propio sello discográfico: El Clan Records. En los últimos años, Dharius y Babo, antiguos compañeros de banda, se han dedicado indirectas de todo tipo en varios temas, en una rivalidad que, real o fingida, mantiene la atención de sus seguidores. Cabe mencionar que en su nueva etapa, Dharius ha explorado en una diversidad de géneros musicales y colaboraciones más amplia que en su etapa con Cartel de Santa, que lo han llevado a incursionar en fusiones con música ranchera, el llamado “romantic style” y hasta la controversial corriente del “corrido tumbado”.

En este entorno de competitividad, también la variedad de sellos disqueros dentro del género se ha multiplicado, con los ya mencionados Babilonia y El Clan Records, y otros como Homegrown Mafia y Rich Vagos, por mencionar a los más sobresalientes.

Un aspecto clave en el desarrollo de éste género es que sus artistas y disqueras han entendido la nueva dinámica del mercado, continuamente están lanzando videos y sencillos en las distintas plataformas, interactúan con sus seguidores en redes sociales, establecen colaboraciones y alianzas que los ponen en el ojo del público y de la propia industria. Un ejemplo reciente es el del rapero Alemán, que logró una colaboración con Snoop Dogg, una de las leyendas del hip hop norteamericano , quien participó en el sencillo y video del tema musical “Mi Tío Snoop”.

A la par de la corriente “gangster”, en el hip hop mexicano han aparecido otras corrientes y artistas con otro tipo de líricas y que han logrado impacto en otros segmentos del público más cercanos al rock o a la música bailable, como es el caso de Tino El Pingüino, Simpson A Huevo, Lngsht, Charles Ans y Sabino, con temáticas más orientadas a lo romántico, al humor o al simple entretenimiento.

Y cómo lo habíamos mencionado, a pesar del ambiente cargado de testosterona y al acaparamiento de espacios por una mayoría de exponentes machistas y misóginos, sobresalen también las exponentes femeninas del hip hop mexicano, que dedican parte de su lírica a la denuncia social y política. Algunas destacadas intérpretes son la oaxaqueña Mare Advertencia Lírika; la poblana Audry Funk, quien además de rapera es activista en temas de género y forma parte de un colectivo denominado “Mujeres Trabajando” y la capitalina AfroMega, quien inició su carrera en 2013 y de auto define como “rapera de la vieja escuela”. Éstas tres artistas merecen completa atención y ojalá que tras la pandemia encuentren mayores espacios para su arte, que valdría la pena llegase a un público masivo (por cierto, Audry Funk conduce un excelente podcast en la plataforma Convoy Network, titulado “La Calle suena a ellas”, no se lo pueden perder).

En fin, que el movimiento hip hopero en México crece y se diversifica aún en tiempos de crisis; una lección que deberían observar y aprender los artistas y bandas de otros géneros, como es el caso del rock. Hay que abrir mente y oídos; en la diversidad se cultiva el gusto.

Twitter: @miguelisidro

SOUNDTRACK PARA LA LECTURA

Dharius, Tiro Loko & C-Kan (México) “El pasado está olvidado”

Alemán & Snoop Dogg (México-Estados Unidos) “Mi Tío Snoop”

Mare Advertencia Lírika (México) “Se busca”

Sabino Ft Charles Ans & Slim (México) “Guapa!”

Por miguelaisidro

Periodista independiente radicado en EEUU. Más de 25 años de trayectoria en medios escritos, electrónicos; actividades académicas y servicio público. Busco transformar la Era de la Información en la Era de los Ciudadanos; toda ayuda para éste propósito siempre será bienvenida....

Deja un comentario

0
    0
    Tu carrito
    Tu carrito está vacíoRegresar para ver