
Pido la palabra / Por Vica Rule (fotografías Fernanda López)
Involucramientos y diversidades
Este 8 marzo del 2021, en nuestro país, tiene una significancia especial, porque, en perspectiva histórica, los movimientos feministas y, especialmente, en América latina han irrumpido multitudinariamente en las calles y han logrado avances decisivos en las agendas legislativas de varios países. Recientemente, en Argentina, el pasado 11 diciembre de diciembre del 2020 se aprobó la ley legal del aborto. Igualmente, la ola feminista en México ha adquirido una inusitada fuerza debido, entre otras cosas, al aumento de la violencia contra las mujeres.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP). En la Información sobre violencia contra las mujeres (Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 9-1-1), del enero 2021, informa del incremento sistemático del feminicidio, por ejemplo, en el 2015 oficialmente se registraron 411, en el 2018 ocurrieron 893 feminicidios, en el 2019 se incrementó a 943, y en el pasado 2020 las autoridades registraron 939 feminicidios, Estas son cifras oficiales que muchas veces esconden la verdadera magnitud de la violencia contra las mujeres.
El caso, por ejemplo, del feminicidio de Diana Velázquez (2017) en Chimalhuacán, municipio del Estado de México, donde las autoridades de la Fiscalía de Justicia intentaron ocultarlo haciendo pasar su cadáver como del sexo masculino, tan solo es un caso representativo y simbólico de las múltiples tácticas de autoridades para ocultar y disminuir artificialmente las estadísticas oficiales sobre el feminicidio en México.
Por esta violencia estructural contra las mujeres la marcha del 8M para muchas colectivas, víctimas y sus familiares, significa una manifestación a favor de la vida y contra la violencia contra las mujeres. Es el día en que muchas mujeres se encuentran con otras para gritar sus rebeldías e indignaciones multiplicadas, para que las mujeres encuentran la mano amiga de otras mujeres, para sentirse, al menos por un día, seguras y libres de la violencia patriarcal.
El 8M es el día de refrendar el pacto entre mujeres, de establecer las alianzas entre colectivas, articular redes e individuas contra la violencia patriarcal, para luchar por la vida y porque “nos queremos vivas” y unidas contra la violencia machista. Este 8M, en la ciudad de México y otras ciudades del resto del país las mujeres se abrazan para protegerse, cuidarse ante la ausencia, la insensibilidad y la inactividad de autoridades encargadas de combatir la guerra contra ellas.
El terror del feminicidio: ficción y realidad
Recientemente, he tenido la oportunidad de hacer una lectura del libro de cuentos: Las cosas que perdimos en el fuego (2016) de la escritora Argentina Mariana Enríquez (Lanús, Argentina, 1973). Esta autora es considerada una narradora del género de terror y de lo insólito. En este libro de cuentos el personaje central es la llamada “chica del subte”. Se trata de una chica con la cara quemada por su pareja, este personaje víctima de la violencia machista asume su corporalidad como un espacio de la reivindicación política y personal: “Tenía la cara y los brazos completamente desfigurados por una quemadura extensa, completa y profunda”
Dentro de la narración ella pide dinero para sobrevivir “no para hacerse una cirugía plástica” Este conmovedor cuento de Mariana Enríquez registra, desde la fabulación literaria, un movimiento de mujeres que se inmolan para protestar por la violencia patriarcal. La narración es conmovedora por el grado de violencia contra las mujeres instalada en el dispositivo narrativo y, también, en la realidad factual. En un momento de la historia:” La chica del subte dijo: algo impresionante, brutal: / –Si siguen así, los hombres se van a tener que /acostumbrar. La mayoría de las mujeres van a ser como yo, / si no se mueren. ¿Estaría bueno, ¿no? Una belleza nueva.”
Por otro lado, en una presentación del libro en España la autora argumento que no había que leer esta colección de cuentos en relación a la realidad sino con el sentido propio que la narrativa genera. Sin embargo, argumento que “entendía que para los escritores mexicanos (y los lectores agrego yo) era difícil escribir sobre el terror desde la ficción cuando la realidad cotidiana y social contiene un grado de violencia que rebasa la ficción.”
Es cierto, la gravedad de la violencia contra la mujer en México es de una magnitud que desborda fácilmente los contornos y las fronteras entre la realidad y la imaginación literaria, entre el ejercicio de la ficción y el carácter factual de la realidad. En nuestro país el horror del feminicidio no es ficción sino una realidad que contiene elementos fácticos y verificables.
En todo caso, leemos desde nuestra circunstancia particular a Mariana Enríquez en este relato como una narración donde, la autora, entrecruza lo testimonial con la ficción, el espanto de un corporalidad fragmentada e inmolada y con la escenificación, en el espacio literario, de una belleza enrarecida. La pregunta necesaria es: ¿hasta dónde hemos llegado, en México, para producir una significación donde el espanto de la literatura de ficción es, lamentablemente, una realidad cotidiana para miles de mujeres.
Por estas y muchas otras razones más, este 8M se desplegará por las calles de la ciudad de México una manifestación contra esas crueldades que contiene el feminicidio, contra la falta de justicia autentica para las víctimas y sus familiares, por la construcción de una política institucional acorde a la realidad violenta y al acoso que padecen una mayoría de mexicanas.
Lamentablemente, este 8M, también destaca por el soslayo, la falta de sensibilidad y de entendimiento de la figura presidencial que ha preferido minimizar y criminalizar la lucha legal y legítima que llevan a cabo las mujeres mexicanas por vivir libres de violencias patriarcales.
Ignorancia por un lado de los contenidos éticos y políticos de la lucha de las mujeres. Es cierto, la lucha de los derechos de las mujeres es de carácter internacional y global, pero parte de algunos de los elementos más importantes de su archivo reflexivo nacieron en México, con Marcela Lagarde (feminicidio) y Rita Segato (pedagogía de la crueldad) ante la crueldad de los asesinatos de las mujeres muertas de Juárez. Es decir, estos feminicidios despertaron, desde entonces, una creciente indignación que recorre como fantasma la historia nacional actual. Negar ese hecho es negar el rostro de nuestra propia historia.