Foto camilo jimenez en Unsplash

HOSPITAL INCURABLE / POR: ADRIÁN LOBO

Cuando calienta el sol…

Los médicos, al menos en el H.G.D.A.V., pero creo que es algo generalizado, tienen una curiosa forma de designar el estado de franca mejoría de un paciente que podríamos decir que se encuentra plenamente asintomático o relativamente estable, se me ocurre, o de describir la situación confortable y libre de cualquier molestia en la que se puede llegar a encontrar, a pesar de que algún poco tiempo atrás haya manifestado algún malestar. 

Es un popular concepto conocido como “Signo de playa positivo”. Incluso para quienes no somos médicos es fácil aprender a reconocer un paciente que se encuentra cursando por este estadio, se proporciona a continuación una descripción, seguramente no correcta o poco acertada en términos médico científicos pero espero que sí comprensible por cualquiera independientemente de su conocimiento en la materia correspondiente:

Paciente en decúbito dorsal (acostado sobre su espalda), con las manos en supinación (las palmas hacia adelante) y colocadas por detrás de la cabeza sosteniendo la nuca y las piernas levemente cruzadas al nivel de los tobillos u ocasionalmente formando con ellas un cuatro. Hay algunas variaciones, por supuesto, puede darse el caso de quien coloque una mano a la altura del abdomen y sostenga su cabeza con la otra, con una pierna flexionada y la otra cruzada sobre ella formando un cuatro medio extraño. En fin, ya sabe usted cómo es.

Este signo puede ser aún más acusado si acaso le han colocado en posición de Fowler (semi sentado, en ángulo de 45°, ya sea con las piernas extendidas o ligeramente flexionadas) o en semi Fowler (semi sentado en un ángulo aproximado a los 30°. Esto es justamente como si estuviera en la playa, de hecho en esta situación lo único que le hace falta es una piña colada o un coco con ginebra… y claro, el sol y la arena, el mar y todas esas cosas… pero la actitud, que suele ser lo principal, ya la tiene.

Si acaso en algún momento se encuentra usted en un hospital ya sea como paciente o visitante y escucha por ahí a un médico decir: “El paciente Fulano, de la cama X, presenta signo de playa positivo”, puede usted, muy libremente, traducirlo como: “A este tipo no le duele nada”.

What´s my name?

Independientemente de los modales y las formas correctas o recomendadas para referirse a un paciente como parte de un trato digno y humanizado, como por ejemplo llamarles o  referirse a ellos por su nombre en vez del número de su cama, es relativamente sencillo hacerlo, ¿no es cierto? Tan fácil como decir: “El Sr. Fulano de tal”, o “la señora “Zutana”, “Don Perengano”, etc. Incluso cuando se trata de menores de edad, hasta de edad preescolar. “La pacientita Fulanita”, “El niño Zutanito” o “Perenganito”. 

¿Pero qué pasa con una persona cuya edad se cuenta apenas en horas o días? Por cierto que es común que en vez de decir “la nena” o “el bebé” formalmente se utilice la expresión “Persona recién nacida” para referirse a ellos. Ya en los servicios lo usual es emplear un modo de hacerlo que me recuerda a las costumbres árabes en cuanto a la onomástica, esto es, las formas empleadas ampliamente en aquellas culturas para nombrar a las personas. 

Aunque hay distintas prácticas en la materia no solo en las culturas árabes como por ejemplo el uso de toponímicos o vocablos derivados de oficios o profesiones existe también la de incluir la genealogía, así un nombre árabe clásico, podríamos decir, puede incluir un prefijo de respeto que indica de quién se es padre o madre (llamado Kunya, que se indica con la partícula Abú), más un nombre propio (conocido como Ism) más un patronímico que puede indicar de quién se es hijo, nieto, biznieto  y aún puede ir varias generaciones más atrás (Nasab, indicado con la partícula Ibn o Ben, en el caso de los hombres y Bent para las mujeres). 

Es también posible agregar una porción conocida como Nisba en alusión a un sitio, una tribu o un oficio, más una parte llamada Laqab que es un sobrenombre que hace alusión a una característica física, una cualidad deseable o podría incluso ser peyorativo.

Si, por ejemplo, una persona tuviera por nombre propio Asad, fuera padre de Hasán e hijo de Umar y se tuviera por una persona alta (al-Tawil) su nombre sería: Abú Hasán Asad Ibn Umar al-Tawil. También puede colocarse el Nasab al final y decir: Abú Hasán Asad al-Tawil Ibn Umar. (Fuente: http://guardafaro.net/formacion-de-los-nombres-arabes/ )

El caso es que en el H.G.D.A.V. en los servicios donde se atiende a pacientitos muy menores, que aún carecen de un nombre legal se emplea la fórmula “Hijo de” o “Hija de” más el nombre de la madre. Así entonces suele decirse: “El paciente Hijo de Fulana de Tal…”, “La paciente Hija de Zutana de Tal…” para referirse a ellos. 

El buen samaritano

Un ejemplo de encontrarse rozando el cielo y descender súbitamente al infierno ocurrió como a continuación relataré: 

Una tarde llegó a valoración un herido, desconozco qué le ocurrió pero ciertamente no llegó solo, lo llevó un joven de edad más o menos similar y todo mundo dio por sentado que algún parentesco los unía o que por lo menos se conocían. Regularmente cuando llega un paciente en taxi o algún transporte privado, viene acompañado de alguna persona, ya sea su familiar, compañero de trabajo, vecino o algún otro conocido. Caso contrario a cuando llega en ambulancia, en que a veces será asistido únicamente por los rescatistas.

Como es normal y para la mejor atención del paciente, el personal que lo recibe una vez que es admitido, enfermeras y camilleros, lo desprenden de la ropa y demás objetos que porte. Cuando nadie le acompaña estos objetos los recibe en resguardo el personal de trabajo social, pero si hay alguien con él es a esa persona a quien se le entregan dichas pertenencias. Este paciente en particular llevaba cierta cantidad de dinero en efectivo y algunos otros bienes que le fueron entregados al joven que lo acompañaba. 

El paciente finalmente ingresó en el servicio de urgencias. Pasó un tiempo y llegó el momento en que fue necesario hablar con el supuesto familiar para alguna cuestión relacionada con la atención brindada. Inútilmente lo buscaron. No apareció por ningún lado, ya se había retirado y nunca volvió. Además resultó que no era en realidad su familiar, se trataba de un perfecto desconocido que pasó de ser el buen samaritano a un ladrón oportunista. 

Como alma que lleva el diablo

En una ocasión llegó a valoración crítica un paciente atropellado, venía en muy malas condiciones. Como siempre para poder atenderle mejor le cambiaron la ropa. Esta persona llevaba una bolsa o morral, de esas que uno ocupa para cargar la compra del mercado, así que colocaron esa ropa ahí mismo y la guardaron en un cuartito que se tenía dispuesto a tales efectos ya que ningún familiar le acompañaba más que los rescatistas que lo apoyaron. Rápidamente el paciente fue canalizado al servicio de urgencias donde a pesar de la atención que se le dio ya nada se pudo hacer por salvarle de modo que falleció. 

Al parecer no se pudo contactar a ningún familiar, no llevaba consigo una identificación ni nada parecido y nadie se presentó  a reclamar el cuerpo ni las pertenencias. Supongo que fueron las complicaciones del asunto y la agitación alrededor del caso lo que ocasionó que todo mundo se olvidara de aquella bolsa que se había resguardado en aquél rincón a pesar de que es de suponer que debieron buscar ahí algún documento de identidad que permitiera localizar a algún familiar, pero así fue. 

Varios meses después a alguien se le ocurrió arreglar el caos que imperaba en ese cuartito oscuro y olvidado que ya lucía francamente sucio y muy desordenado lleno de objetos variados. Lógicamente para poder determinar qué hacer en cada caso había que revisar con cierta atención de qué se trataba y decidir después lo más conveniente. En esas estábamos cuando llegaron al morral del misterioso paciente que mencioné antes. Sacaron su ropa manchada de sangre cuyo destino era seguramente ser desechada, encontraron después algunos objetos menores y enseguida vino la gran sorpresa. 

En el fondo de aquel morral había una fuerte cantidad de dinero en efectivo así como documentos de valor, cheques bancarios que amparaban grandes cifras. Los documentos habían sido expedidos unos por y otros a favor de una empresa, una dulcería. 

Por supuesto que en el momento los encargados del asunto se pusieron en contacto con los responsables del negocio para que fueran allá a ver si podían ellos ayudar a aclarar todo el misterio. La conclusión a la que llegaron, no me queda claro si precisamente la verdad, es que se trataba de un asaltante que arrebató ese dinero y documentos a la cajera de una tienda y que posteriormente en su loca huida de ser detenido fue arrollado por un vehículo que al parecer iba circulando igual de desenfrenado, pero que, a diferencia de él, sí pudo escapar.

hospital incurable

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