LABERINTOS MENTALES / POR: ARANTXA DE HARO

A veces me encuentro en espacios reducidos, discutiendo problemas que simplemente no me apasionan. Lo único que encuentro fascinante es la transfiguración del lenguaje en ámbitos donde pareciera forzosa la manera en la que se emplean las palabras. Más allá de la supervivencia, la industria es el epítome del desarrollo humano, no obstante está lleno de pulsiones de muerte conforme le acompañe. Nos vimos encerrados resolviendo problemas, que si no existieran, no seríamos necesarios. 

Los problemas son la forma en la se justifica nuestra presencia, y se prescinde de nosotros cuando logramos resolverlos. Me parece una ironía estar empujando por eliminarnos, mientras que tememos nos desechen. Invertir tiempo en un lugar para comer me parece justificable, mas no lo haría mi raison d’être. Trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Asimismo, ser consciente que las organizaciones piensan en eficiencia, no en sentimientos. Pienso todos los días en eso, cada vez que piso el lugar de trabajo.

Pese a todo ese vértigo capitalista, la única manera en no dejarnos perder en esto, es tocar tierra. Mis razones para existir están en pasar el tiempo con aquellas simpáticas y caninas compañías, comer algo dulce, escribir, estudiar y trabajar para un propósito más alto. Pensar que en un futuro tal vez pueda dedicarme a defender a quienes pasen por un proceso injusto, ayudar a construir una mejor sociedad. Mi mente ya no está atormentada por la falta de serotonina, y sólo me impulsa la construcción de un mundo más cerca de lo ideal. Calma es lo que siento. 

De repente veo el perfil mediterráneo de él, su piel olivo, su mirada profunda, sus grandes ojos que se asoman por su cubrebocas. Pensar que esa espigada figura se divide entre la expresión histriónica, y el estoicismo por convicción. Aún así, joven es y la trampa capitalista aún le tiene un tanto atrapado. Escucho sus frustraciones ahora que empieza a repensar su posición en ese órgano que nos tiene entre sus garras. Es la primera vez que yo estoy más tranquila… que alguien que considero tranquilo. Aún no le conozco bien, sólo puedo imaginar las dinámicas en casa en las que vive. Por otra parte, el contraste de mi personalidad y mi físico con el suyo hace una combinación un tanto peculiar. Me siento un poco diferente, como si el silencio de la soledad no pudiera hacer relucir el humor que ahora me embarga. Por primera vez en mucho tiempo logro comprender que soy más pequeña en estatura que otros, que mi relación espacio tiempo es diferente. Es extraño verse a través de los ojos de alguien  que te tiene un tanto de cariño. Supongo que tardaré en reacostumbrarme.

Finalmente, día con día me pregunta por qué vale la pena vivir en este mundo inusual. Ser feliz es más una cuestión de momentos. Por lo pronto, no tengo deseos de abandonar la vida, ni tengo ganas de involucrarme en dinámicas perjudicales. Simplemente disfruto de vivir contenta, con lo poco o mucho que tengo, hasta que me dé la vida.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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