TRES DE TRES / POR JOSƉ ENRƍQUEZ GUZMƁN

Durante el siglo XIX algunos estados de la RepĆŗblica heredaron un carĆ”cter ā€œespecialā€ proveniente de la Ć©poca del virreinato. Esto se debió a una serie de concesiones o tratos especiales que ejerció la Corona sobre algunas partes del territorio con el objetivo de promover la recaudación fiscal o la captación de recursos o la promoción del comercio. Este tipo de tratos se tambalearon en los primeros aƱos de vida independiente, en los que se buscaba generar una unión nacional. Uno de los estados que se sumaron a la idea de que la excepcionalidad les permitĆ­a conservar ciertos privilegios que databan de mĆ”s de cuarenta aƱos fue YucatĆ”n. 

La lucha por la excepcionalidad (1839-1843)

Para la Ć©poca decimonónica el estado del sureste estaba compuesto por los actuales territorios de Quintana Roo, Campeche y YucatĆ”n. EstratĆ©gicamente, tenĆ­a una ā€œfronteraā€ marĆ­tima con Cuba, que para el siglo XIX era de los Ćŗltimos resquicios del imperio espaƱol, colindaba Belice, que era una posesión comercial britĆ”nica importante, y comerciaba con la costa oeste de Estados Unidos y algunos territorios del Golfo, como Nueva Orleans. En la Ć©poca de las Reformas Borbónicas (1750-1808) la Corona permitió que esa provincia tuviera ciertos privilegios con el objetivo de recabar mĆ”s mercancĆ­as e impuestos. 

Entre 1824 y 1835 YucatĆ”n no pareció haber tenido algĆŗn conflicto con el gobierno nacional, pues al establecerse el federalismo como tipo de repĆŗblica, se permitió que los estados tuvieran cierta autonomĆ­a, lo que representó una manera de conservar algo de su excepcionalidad. Sin embargo, al igual que Texas, la ā€œRepĆŗblicaā€ de RĆ­o Grande, Sonora, Sinaloa, Zacatecas, Jalisco, Puebla y MichoacĆ”n, a partir de 1836 YucatĆ”n se inconformó con lo establecido por las Siete Leyes, que coartaba toda la autonomĆ­a de los estados para convertirlos en departamentos dependientes de un poder central.Ā 

En 1839 Santiago ImĆ”n empezó una rebelión en contra del gobierno centralista de Anastacio Bustamente. Desde ese momento, YucatĆ”n desconoció a los centralistas, proclamando que su adición a las leyes locales y a la Constitución de 1824. Entre 1839 y 1843 se discutió si YucatĆ”n debĆ­a ser un estado confederado o una repĆŗblica independiente, aunque los intereses de los poderes estatales abogaban por esta Ćŗltima. En 1840 varios representantes se reunieron en el Congreso de TizimĆ­n, donde acordaron que el poder legislativo del estado se compondrĆ­a de dos cĆ”maras, pero sin definir como tal su situación polĆ­tico-territorial. 

El gobierno mexicano prohibió el ā€œingresoā€ de productos de la penĆ­nsula al territorio nacional y denominó piratas a todas las embarcaciones yucatecas. Incluso, en 1841 promovió una ā€œcampaƱaā€ para desalentar el apoyo internacional a YucatĆ”n —del que se hablarĆ” mĆ”s adelante— , advirtiendo que aĆŗn formaba parte de la RepĆŗblica Mexicana. AndrĆ©s Quinatana Roo fungió como intermediario del gobierno ante los rebeldes, pero poco se pudo hacer.Ā 

Hasta 1843 fue que las negociaciones empezaron a tomar forma, y el gobierno se vio en la necesidad de ceder cierto control frente a YucatĆ”n a cambio de su reincorporación, lo que incluĆ­a conservar su ā€œestatus especialā€ y la autonomĆ­a y respeto a la forma de organización polĆ­tica por la que optaran. Sin embargo, para 1846 no hubo un acuerdo como tal, y YucatĆ”n prosiguió con sus planes independentistas. No obstante, hubo otros factores que pusieron en tela de juicio la viabilidad de una repĆŗblica independiente. 

Entre las barras, las estrellas y las castas (1846-1848)

En febrero de 1846 el presidente Mariano Paredes envió al coronel Juan Cano como intermediario para buscar la reincorporación. Esta vez trató de negociar el envĆ­o de diputados al Congreso y la disolución de la figura legislativa local a cambio de respetar las leyes extraordinarias bajo las que decidieran reunirse y la captación de recursos de las aduanas. Sin embargo, las negociaciones no llegaron a buen puerto, y menos cuando meses despuĆ©s el presidente de Estados Unidos, James K. Polk, solicitara al congreso de su paĆ­s la aprobación de una declaratoria de guerra contra MĆ©xico. 

El ejĆ©rcito estadounidense se movilizó rĆ”pidamente por el territorio nacional, y una de las principales costas que tomó fue la de la penĆ­nsula yucateca. Aun cuando varios estados de la RepĆŗblica se negaron a brindar recursos y capital humano para la defensa del territorio, YucatĆ”n se caracterizó por declarar la neutralidad, que era mĆ”s conveniente para los norteamericanos. Finalmente, la relación entre YucatĆ”n y Estados Unidos escalarĆ­a de la bĆŗsqueda de reconocimiento y apoyo a una posible anexión, ya que desde antes de la guerra de conquista territorial YucatĆ”n se enfrentaba a un conflicto local que serĆ­a conocido como la Guerra de Castas.    

Durante los primeros enfrentamientos entre el gobierno nacional y las autoridades yucatecas, los indios mayas fungieron como una parte importante del cuerpo armado de las fuerzas del gobernador Santiago MĆ©ndez. Aprovechando la concentración de armas y la confirmación del poder que podĆ­an ejercer a partir de la organización, los mayas iniciaron una revuelta por los agravios cometidos por la población blanca desde la Ć©poca de la Conquista. Oficialmente, el conflicto armado inició tras el asesinato de Manuel Antonio Ay, uno de los principales lĆ­deres de la rebelión. 

Las fuerzas locales trataron de contener a los mayas, pero ante el poco alcance de su ā€œejĆ©rcitoā€ trataron de buscar apoyo externo. Desde el primer intento independentista buscaron el apoyo de Texas, cuando aĆŗn no formaba parte de Estados Unidos, tratando de acopiar armas y reconocimiento polĆ­tico. Sin embargo, por los pocos alcances de la RepĆŗblica de la estrella solitaria esto fue imposible. En 1848 Santiago MĆ©ndez envió a Justo Sierra O’Reilly como agente a Estados Unidos para negociar el apoyo y una posible anexión de la penĆ­nsula a ese paĆ­s. 

Poco despuĆ©s de la firma del tratado Guadalupe-Hidalgo, en el que se oficializó la pĆ©rdida de mĆ”s de la mitad del territorio nacional, el presidente Polk hizo un ofrecimiento formal para que YucatĆ”n se uniera a Estados Unidos. Sin embargo, debĆ­a ser aprobado por el Congreso de su paĆ­s, que rĆ”pidamente desechó la minuta. Finalmente, sin apoyo de Estados Unidos, ni de otro paĆ­s, tuvieron que negociar su incorporación a MĆ©xico. Finalmente, la ā€œcooperaciónā€ y ā€œayudaā€ de otros paĆ­ses se hubiera traducido en un intento de sumarse al territorio de los paĆ­ses, o, como dice la historiadora Cecilia Zuleta, terminaron hipotecando su soberanĆ­a a naciones extranjeras, que pareció ser el destino de los intentos independentistas presentados. 

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