Emilie Lmt por medio de Unsplash

He de confesar que las relaciones sentimentales, cuando adquieren la dimensión del compromiso, me absorben de tal manera que borra la línea de mi individualidad. Mi terapeuta, obviamente no contenta con ello, me recuerda constantemente la importancia de tener siempre mi energía y atención en varios lugares más allá de una sola persona. Pues, dirían los fans de las finanzas personales: no poner todos los huevos en una misma canasta. Afortunadamente, esta última ocasión fue breve, y salí de allí anteponiendo mi salud mental antes que la autoflagelación constante a la que era presa al reprocharme no haber aguantado lo suficiente. Como si viviese abnegada en una relación estéril.

Sin pensarlo, de nuevo abrí aquellas sórdidas redes en las que conocía gente, sólo que ahora con la claridad de lo que puede o no suceder, a lo que se expone uno, y la manera en la que varios depredadores pudiesen merodear por allí. Soy consciente de sus peligros, soy consciente de las amenazas. No obstante, aún guardo una esperanza que algunos escépticos calificarán como “necedad” u “optimismo ciego”, el encontrar a alguien que sea más afín, en vez de aguantar el “¿por qué gastas ese dinero que es tuyo?”, “¿por qué no haces lo que te digo?” y el “¿por qué vistes o tienes el cuerpo de esa manera?” tan constante que llegué a escuchar.

La vida continúa de formas maravillosas, y me veo en esa constante que es el cambio, la pérdida del miedo al rechazo, la ausencia del sufrimiento autogenerado que es la conciencia culpígena de no cambiar, por el terror al “qué dirán”. Me muevo como el viento, pruebo constantemente los límites de aquello que creí no ser capaz. Me siento a reflexionar al respecto, a mirar al horizonte y preguntarme por qué siempre me creí insuficiente. Se comprende pues que hay logros que suceden porque luchamos de manera constante hacia esos objetivos.

Regreso a esa realidad mía que dista mucho de ese lenguaje sectario que pudiera ser el coaching, y que sólo queda en mí mis manos, mi mente, mi actuar y mi consciencia. El amor de otros puede terminar, de la misma manera en que las relaciones indudablemente culminan, en forma de un rompimiento, una separación, el divorcio o la muerte. No obstante, soñar en construir un proyecto en conjunto es válido, pero no someto mi felicidad ni mi tranquilidad ante una posibilidad que no se ha materializado. Aquellos dos componentes que me hacen plena se cimentan en lo que tengo, en quien soy, y en mis dos hijas peludas de cuatro patas que me acompañan. La calamidad es intentar poner el bienestar de uno en romatizados castillos aéreos, y de eso, nunca más.Me siento moviendo mis dedos al compás de aquellas palabras que se avientan a ese desfiladero que es la externalización de los pensamientos. Me siento al borde de ese abismo que es lo desconocido, mas no tengo temor. Tendrá que pasar lo que tenga que pasar.

Por Arantxa De Haro

Escritor amateur, multidisciplinario por pasatiempo, aficionado a los idiomas

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