George Orwell, en su celebrado manual de estrategia política titulado 1984, tuvo el infortunio de vaticinar algunas de las más incómodas prácticas que los individuos contemporáneos hemos decidido emplear para mayor gloria de nuestra idiotez.
Pienso, por ejemplo, en el ojo del Gran Hermano ante el cual todo quedaba evidenciado y, a su vez, permitía establecer condenas y castigos. Ojo que hoy podríamos asociar con el lente de la cámara de nuestro dispositivo móvil ante el cual, de manera cuasi voluntaria, exhibimos todo, desde el platillo que nos tragamos hasta la expedición covidiota en la que andamos, pasando por los rostros y las convivencias familiares.
Otro ejercicio orwelliano de nuestra realidad nacional es el de la neolengua; a través de ella, la 4T y su prócer, han impulsado un idioma formado en el optimismo del Bienestar como una simplificación del desarrollo social prijurásico. ¿Qué ansias de ver surgir en los próximos meses el Ministerio de la Paz donde seguro afiliaremos a los guardias nacionales.
Y, quizás, no estemos muy lejos de convertir nuestros pequeños cotos de opinión dentro de las redes sociales en Ministerios de la Verdad cuando clamamos que se borre de la historia y de nuestras fotografías a los personajes populares que resaltan por el antagonismo que nos significan.
Nos leemos la próxima semana con otras Porquerías y recuerden, el gran hermano está observándolos.