Foto Patty Brito en Unsplash

Parte 1 de 2.

HOSPITAL INCURABLE / ADRIAN LOBO

Es mucho y muy interesante lo que se puede comentar sobre la enfermerĆ­a, tanto asĆ­ que libros completos se han escrito sobre el tema, de manera que lo siguiente serĆ” Ćŗnicamente un repaso muy somero, dejando la recomendación para quienes deseen profundizar recurrir a las fuentes originales de ser posible. Para empezar la etimologĆ­a de la palabra es fascinante. 

La palabra enfermería tiene su origen en el latín. Proviene de infirmus, infirma, infirmum. Término conformado por el prefijo -in (negación) y el adjetivo firmus, firma, firmum que significa firme, sólido, estable, resistente, fuerte. La raíz de este adjetivo proviene de la indoeuropea *dher- (sujetar). Se completa la formación de este vocablo con el sufijo -ería en español que significa actividad, ciencia o establecimiento. Puede considerarse entonces, como su concepto original la actividad y el lugar (relacionado) con los no fuertes, no firmes (enfermos). Clase: sustantivo, femenino, singular.

AsĆ­ es que la enfermerĆ­a es el lugar donde estĆ”n y donde se cuida a los enfermos. Me encanta la concepción original de enfermos como ā€œno firmesā€, para mĆ­ indica que se encuentran en una situación en la que requieren asistencia por hacerles falta ā€œfuerzaā€ o ā€œestabilidadā€. Por extensión, ā€œTambiĆ©n se llama de esta manera a la profesión de quien realiza tareas de atención, cuidado de enfermos o de personas sanas para ayudarlas en su salud, facilitar su recuperación y atendiĆ©ndolos segĆŗn las normas clĆ­nicas correspondientesā€. 

Como dije en un principio el tema es muy amplio asĆ­ es que existe otra concepción de la enfermerĆ­a como ā€œā€¦la de una profesión del Ć”rea de salud que atiende emocional y fĆ­sicamente [ … ] y que fomenta la salud de las personas a travĆ©s de determinadas actividades como la atención de los pacientes, la instrucción sanitaria o la investigaciónā€. Por ende, la enfermera es la persona que se dedica a la actividad relacionada, pero no limitada, a los ā€œno fuertesā€, los enfermos, a su cuidado y atención.

Si hay elementos distintivos de la profesión estos seguramente son la cofia, la capa, la lĆ”mpara y el delantal, en ese orden. Hay muchĆ­sima y muy interesante información disponible en internet al respecto, de modo que procurarĆ© no extenderme demasiado en este tema, ya que no puedo dejar de comentarlo. 

Cada uno de estos elementos tiene su historia. En su momento hubo una razón de ser para cada uno e igualmente todos se han ido descartando conforme han avanzado los tiempos. Actualmente el único que puede verse todavía acompañando a alguna que otra enfermera, sobre todo las supervisoras, es la cofia. Bueno, esto es hablando de este hospital oaxaqueño, y de México en general, tal vez.

En lo personal la cofia  es un elemento de mi agrado y es que, claro, nunca tuve que usarla y portarla durante ocho o mĆ”s horas en forma continua. Se dice que puede ser algo molesto y llegar a provocar algunos dolores de cabeza. AdemĆ”s, se dice, no sin cierta razón, que este accesorio es enemigo mortal de cualquier costoso peinado de alta escuela. Sin embargo, segĆŗn mi opinión, hace que cualquier enfermera luzca mĆ”s pulcra, elegante, mĆ”s profesional y, por quĆ© no decirlo, aunque esto carezca de relevancia, ayuda a que se vea mĆ”s linda. 

TambiĆ©n como que les confiere cierta autoridad. No en vano ciertas figuras que representan a alguna a menudo utilizan ciertos elementos sobre sus cabezas, como policĆ­as, militares, algunos jueces, etc. Y en este sentido la razón para hacerlo es bastante primitiva: los hace ver mĆ”s altos e imponentes. 

En el caso de las enfermeras la finalidad era otra. Se suponía que como su uso requiere que quien la porta recoja muy bien su cabello, con ello se favorece la higiene. Pero ha resultado a últimas fechas que mÔs bien podría ser todo lo contrario y terminar facilitando la propagación de algunas infecciones nosocomiales, de modo que ahora se desaconseja su uso. Hace poco, ya en septiembre del 2018, he sabido que en el Ômbito militar en México la cofia ha dejado definitivamente de ser un elemento reglamentario y obligatorio del uniforme de las enfermeras.

Desde los inicios de la profesión la atención de un paciente ha sido una actividad que abarca las 24 horas, de modo que siempre se ha tenido la necesidad de trabajar por las noches. Curiosamente en un capítulo oscuro de su historia este adminículo fue utilizado principalmente para diferenciar a las enfermeras, sobre todo a aquellas que cubrían el turno nocturno, de otras profesionales de dudosa reputación.

En esos otros tiempos la capa de fieltro que usaban era imprescindible para soportar el frĆ­o en esas guardias nocturnas, pero ademĆ”s es un sĆ­mbolo que representa el peso de la responsabilidad que cae sobre aquella persona que se dedica a la profesión. 

La lĆ”mpara llegó a ser otro elemento indispensable en el “turnocturno”. Tanto asĆ­ que a la fundadora de la enfermerĆ­a moderna se le llegó a conocer como ā€œLa dama de la lĆ”mparaā€ ya que llevaba una siempre con ella en sus recorridos nocturnos para atender a sus pacientes pues no se contaba entonces con iluminación elĆ©ctrica.

El delantal fue el primero de los elementos utilizados por las enfermeras, de hecho por un tiempo fue el único. Tenía la obvia utilidad de proteger la ropa y a la propia enfermera de toda clase de salpicaduras. Aunque no dispongo de datos sobre la efectividad de su uso como medida para conservar la higiene, tiendo a pensar que no es de gran ayuda realmente y puedo decir, ademÔs, que a mi juicio luce actualmente como un elemento anacrónico, al menos en cuanto a la enfermería se refiere y hace que se parezcan mÔs a alguien que ejerce como tablajero que como enfermera.

Actualmente todos estos elementos sólo se pueden ver juntos en algunas de las cada vez menos ceremonias tradicionales de graduación de enfermeras. 

En México y en el mundo existen diferencias en las percepciones salariales que se deben aparentemente al género. Aunque hay quienes rebaten esos postulados, como la filósofa Roxana Kreimer, defensora del feminismo científico, quien hace observaciones muy interesantes sobre estos temas exponiendo otras razones que explican esa brecha salarial en términos mÔs complejos.

Como sea que se origine la diferencia, en nuestro paĆ­s las mujeres suelen ganar menos, aĆŗn y cuando estĆ©n mejor calificadas que sus contrapartes masculinos. A pesar de que los nĆŗmeros no son claros se habla de que la situación ha mejorado significativamente, pero con todo y eso los datos reportan que en mayo del 2018 hubo una diferencia de entre 12 y 20 %. En marzo del 2017 la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo reportaba una diferencia en general del 30%. La enfermerĆ­a es un caso especial: es un matriarcado. 

No cuento con cifras oficiales al respecto, pero calculo que la proporción de hombres y mujeres ejerciendo la enfermerĆ­a en el H.G.D.A.V. oscila entre un 85/15 hasta un 80/20 tal vez. Por ejemplo, en el Ć”rea de supervisión de enfermerĆ­a me parece que hay cinco o seis enfermeras y sólo un enfermero. Y estoy completamente seguro de que nadie gana mĆ”s por razón de su gĆ©nero. Entonces esta es ni mĆ”s ni menos que una profesión igualitaria, dominada por mujeres pero igualitaria al fin y al cabo. 

No digo que sea Ć©ste un trabajo ā€œde mujeresā€, tampoco opino que sea ā€œmĆ”s naturalā€ que una mujer se incline por esta profesión por supuestas razones biológicas. Me abstengo de ello porque supongo que hay quienes hacen el seƱalamiento como una forma de denostar al gĆ©nero femenino, como si dedicarse al cuidado no fuera una actividad que requiere conocimiento, tĆ©cnica y disciplina, y en ese sentido entiendo bien el orgullo (en ocasiones hasta desmedido) de tener un tĆ­tulo de licenciada en enfermerĆ­a y no quiero ser tomado por uno de ellos.

Sin embargo, no puedo dejar de invocar a la doctora Kreimer, quien sostiene que es posible demostrar con datos la marcada preferencia de las mujeres por trabajar directamente con personas y en tareas de cuidado. Lo cual explicarĆ­a muy bien la llamada “feminización” que ocurre en las facultades de medicina en todo el mundo. Y en ciertas Ć”reas la tendencia es mayor. 

SegĆŗn informes en Estados Unidos de minoritynurse.com, la versión digital de la revista Minority Nurse, ā€œPocos hombres deciden trabajar en las secciones hospitalarias especializadas de maternidad y ginecologĆ­aā€¦ā€ otras fuentes seƱalan que las enfermeras se ven atraĆ­das en una proporción 10 veces mayor que los enfermeros a tener un puesto en pediatrĆ­a. 

En favor de la doctora Kreimer es justo hacer notar que es precisamente la participación de las mujeres la que ha impulsado en forma decisiva la profesión de la enfermería. No fue sólo Florence Nightingale, hay toda una pléyade de teóricas que aportaron sus propios postulados sobre la profesión, sus objetivos y métodos. Con un vistazo rÔpido a la lista es posible notar que no aparece ahí ningún hombre.

Actualmente la mayoría de quienes estudian y ejercen la enfermería son mujeres. En México son el 85%, en Estados Unidos en el año 2013 sólo el 5.4% de las personas dedicadas a la enfermería eran del género masculino y entre los estudiantes de enfermería eran el 15.4%, así que poco a poco los hombres han ido irrumpiendo en este feudo femenino, pero no siempre fue así, el dominio de ellas es un fenómeno relativamente reciente.

AdriĆ”n Lobo. 

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