
DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro
La música es una expresión artística en constante movimiento; como ninguna otra, se nutre y se retroalimenta de la realidad social y es el espejo emocional de nuestra diversidad.
En estos tiempos convulsos de polarización social, de confrontación política a ultranza y de acelerados cambios en los hábitos de consumo en la industria del entretenimiento, existen una serie de corrientes musicales que poco a poco se van posicionando en el interés de las audiencias.
Durante décadas, el terreno de la música tradicional mexicana parecía reservado a terrenos muy específicos: el de la canción ranchera, la música norteña y el folklore de nuestras diversas regiones. Con el advenimiento del llamado “movimiento grupero” desde la década de los setentas del siglo pasado comenzaron a popularizarse una serie de agrupaciones y artistas que comenzaron a fusionar la música popular mexicana con otras expresiones como la balada romántica, el soft-rock y la cumbia, hasta consolidar un movimiento que despertó el interés de la industria y los medios masivos.
A principios del presente siglo, la prensa especializada y la industria musical comenzaron a utilizar el concepto de “regional mexicano” para categorizar a la música de los artistas latinos con elevados niveles de popularidad en el mercado estadounidense; incluyendo en este apartado a artistas de otras nacionalidades que interpretan música basada en el folclore mexicano.
Más allá de los estándares marcados por los medios comerciales, en México se ha ido consolidando un movimiento musical que orbita alrededor de nuestra música tradicional, que la fusiona con otros elementos y que incluso da un paso adelante con otras propuestas temáticas, líricas y hasta estéticas.
¿Podríamos estar ante el surgimiento de un movimiento “regional mexicano alternativo”? Muy probablemente sí, aunque más allá de las arbitrarias etiquetas, vale la pena echar un ojo a las diversas corrientes que confluyen en dicho entorno.
Tenemos por un lado, el innegable impacto del llamado “corrido tumbado”, también conocido como “corrido sierreño”, (aunque existen controversias al relacionar a uno con el otro), caracterizado por el uso de instrumentos como la guitarra, el bajosexto el acordeón y el bajo; acompañado con elementos de música urbana como el rap, el hip hop y el trap. Algunos especialistas consideran que el “corrido tumbado” se refiere específicamente a aquellos temas que en su lírica se refieren a la narco cultura, a la violencia criminal y al consumo de alcohol y enervantes, mientras que dentro del “corrido sierreño” enmarcan composiciones que tienen la misma estructura musical, pero que se refieren casi en su totalidad a temas románticos. En la primera modalidad sin duda sobresale la figura de Natanael Cano, y otros artistas como Junior H o el grupo Legado 7. En la vertiente romántica podríamos ubicar por ejemplo algunas piezas de Cristian Nodal, y a otros intérpretes como Iván Cornejo o los grupos Los Aptos y Eslabón Armado.
Paralelamente existen una importante corriente de grupos e intérpretes del género urbano que han fusionado su música con elementos de la música popular -banda, norteño, cumbia- y que han colaborado activamente con artistas de dichos géneros, como es el caso de Gera Mx, Alemán, Dharius y Santa Fe Klan.
Sin embargo, no podemos pasar por alto una importante cantidad de cantautores independientes que a lo largo y ancho del país se presentan en pequeños foros, u difunden su trabajo por la vía de la autogestión. Muchos de ellos recrean sus propias versiones de canciones populares, o adicional a sus propias composiciones elementos como la tuba, el acordeón, la jarana o el arpa.
En este vasto apartado encontramos artistas como El David Aguilar, La Bruja de Texcoco, Ed Maverick, Walter Esahú, Rayo Ultravioleta o Arroba Nat, entre muchas y muchos otros.
No podríamos dejar de mencionar también a algunos grupos que fusionan elementos de la música pop y el rock para generar fusiones interesantes, en una expresión de sincretismo cultural y musical que nos proporciona piezas de variada connotación; algunas festivas, otras melancólicas y unas más energéticas y hasta bailables. En este segmento del espectro podríamos ubicar propuestas tan distintas entre sí como Gran Sur -con la bella e inigualable voz de Sofi Mayén-, Los Vikingos del Norte, Los Cogelones (con su mezcla de punk y música prehispánica), Daniel, Me Estás
Matando (un dueto que fusiona boleros con elementos del pop electrónico) y Los Senseishons.
Indudablemente la escena de la música mexicana goza de cabal salud. Y esperemos que su crecimiento sea la constante.
En tiempos donde algunos aspirarían a que todos pensemos igual, asomarse a la diversidad de nuestra música representa una gran oportunidad para entender que existe más de una manera de ver, entender y cantarle al mundo.
Twitter: @miguelisidro