Foto de Robina Weermeijer en Unsplash

Por: Ernesto Palma F.

Estudios recientes han demostrado que las deficiencias de neurotrofinas están involucradas en diferentes enfermedades como la epilepsia, las enfermedades de AlzheimerParkinson y la depresión. Las neurotrofinas o factores neurotróficos son una familia de proteínas formada por el factor de crecimiento nervioso, el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, del inglés Brain Derived Neurotrophic Factor). Se vierten al torrente sanguíneo y son capaces de unirse a receptores de determinadas células para estimular su supervivencia, crecimiento o diferenciación. Una de sus funciones es impedir a las neuronas que inicien la apoptosis[1] permitiendo así que sobrevivan.

Mark Tuszynski, de la Universidad de California, demostró que el factor BDNF evitaba la muerte neuronal en modelos de lesiones cerebrales en primates y ratas, y también la disfunción cognitiva en los mismos animales de edad avanzada. El BDNF se considera, además, importante para la memoria a largo plazo.

Una forma de incrementar las neurotrofinas cerebrales es hacer trabajar al cerebro para que fabrique mayores cantidades de estas sustancias. Es decir, cuanto más activas estén las células del cerebro, producirán más cantidad de neurotrofinas y esto generará a su vez, mayores conexiones entre las distintas áreas del cerebro. La consecuencia será un cerebro con mejor funcionamiento, mejor memoria y mejor estado de ánimo.

La mayor parte de actividades que se realizan a diario consisten en una serie de rutinas que hacen que el cerebro funcione automáticamente, con un mínimo de desgaste, para lo cual requiere menos energía. En decir, las actividades rutinarias son inconscientes, las experiencias pasan por las mismas carreteras neuronales ya formadas y no hay producción de neurotrofinas. Al cerebro conviene activarlo con acciones nuevas y diferentes.

Específicamente, el factor neurotrófico (BDNF), es un mediador clave en el mejoramiento de las conexiones sinápticas y en la capacidad del cerebro de cambiar y remodelar dichas conexiones (plasticidad), dependiente de uso. Investigaciones realizadas en humanos, sugieren que el ejercicio puede mantener o mejorar la plasticidad cerebral. El aprender, una función superior que requiere alta plasticidad, incrementa la expresión del gen del BDNF y éste, a su vez, facilita el aprendizaje. Estas evidencias predicen que mecanismos que inducen la expresión génica del BDNF, tales como el ejercicio, pueden mejorar el aprendizaje. Más aún, el correr incrementa un mecanismo relacionado con la memoria llamado potenciación a largo plazo y mejora el aprendizaje espacial.

Para Iván Izquierdo, prestigioso neurocientífico argentino, la mejor recomendación es leer, leer y leer, pues con la lectura se activan todas las regiones de la corteza cerebral. Por otro lado, la actividad física es uno de los recursos efectivos para aumentar los niveles de neurotrofinas. De hecho, el ejercicio físico ha emergido como un modulador de las funciones mentales superiores durante la vida, ya que ha demostrado afectar varios sistemas de neurotransmisores.

Con el fin de incrementar la producción de neurotrofinas y con ello ampliar la plasticidad cerebral, el Centro de Neurobiología del Duke University Medical Center propone una serie de ejercicios sencillos:

1. Intentar ducharse con los ojos cerrados: localizar los grifos, ajustar la temperatura del agua, buscar el jabón y encontrar el champú.

2. Utilizar la mano no dominante para comer, escribir, destapar el dentífrico o lavarse los dientes.

3. Leer en voz alta para activar otros circuitos cerebrales, a diferencia de cuando se lee en silencio.

4. Cambiar los itinerarios y tomar diferentes caminos para ir al trabajo o volver a casa.

5. Modificar las rutinas y cambiar la ubicación de los objetos cotidianos de uso.

6. Aprender algo nuevo: informática, fotografía, cocina, yoga, baile o un idioma.

7. Identificar objetos sin mirarlos. Por ejemplo, reconocer a través del tacto diferentes frutas o vegetales.

8. Hacer cosas diferentes. Salir, conversar con personas de diferentes edades, trabajos e ideologías. Usar las escaleras en lugar del ascensor. Salir al campo, caminar por la playa, la montaña, escalar, etc.

9. Practicar ejercicio regularmente. La evidencia científica ha demostrado efectos positivos entre la actividad física y la estructura cerebral y funciones cognitivas en humanos. Estudios recientes han identificado que el BDNF es un factor crucial mediador de efectos beneficiosos en el cerebro humano ya que mejora la plasticidad cerebral, la neurogénesis, la plasticidad sináptica y  las funciones cognitivas.

Los estudios sugieren que las plaquetas en donde se almacena el BDNF pueden contribuir a aumentar las concentraciones del mismo en respuesta al ejercicio. Las características del cerebro hacen que incremente la concentración del BDNF en plasma, durante el ejercicio  en adultos sanos. La evidencia científica muestra que el BDNF se sintetiza en las células musculares en respuesta a la contracción que se produce durante el ejercicio aeróbico como correr, caminar o utilizar regularmente la bicicleta fija.

De manera concluyente los investigadores neurocientíficos relacionan el efecto inducido del ejercicio físico en la mejora de las funciones cognitivas al incrementar el BDNF y consecuentemente la memoria espacial, ya que aporta cambios beneficiosos en el volumen de la zona anterior del hipocampo. Si te interesa prevenir enfermedades crónico-degenerativas, comienza ya a trabajar en tu salud, incorpora la producción de neurotrofinas a tus actividades cotidianas.

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[1] La apoptosis es una vía de destrucción o muerte celular programada o provocada por el mismo organismo, con el fin de controlar su desarrollo y crecimiento.

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