
DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro
Estamos a unos cuantos días de la infausta celebración del 7 de Junio, instaurada en México como Día de la Libertad de Expresión a iniciativa de un grupo de propietarios de medios impresos hambrientos de rendir pleitesía al entonces Presidente Miguel Alemán Valdés en 1951.
En México, como en pocos países del mundo; la relación entre el poder político y las empresas que conforman la industria de los medios masivos de comunicación es particularmente complicada, tóxica y perniciosa en función de los intereses de la colectividad.
Para nadie es un secreto que uno de los elementos claves de la supervivencia de los medios de comunicación en el México moderno es la publicidad oficial proveniente de distintos frentes: el gobierno federal y los de las entidades federativas y municipios; los poderes y organismos públicos con presupuestos disponibles para difusión y en última instancia, la publicidad política que alcanza a eludir los filtros impuestos por nuestra legislación electoral.
Sería justo pensar que una democracia consolidada podría alcanzar su reflejo en una oferta diversa y plural en materia de medios de comunicación. Situación que se antojaría de una mayor riqueza en la era de las comunicaciones digitales y las redes sociales.
En el afán de transparentar la relación con los medios de comunicación y llevar a la práctica el concepto de la “austeridad republicana”, la presente administración ha efectuado una importante reducción en las partidas presupuestales destinadas a publicidad oficial en medios escritos, electrónicos y digitales, situación que al inicio del presente sexenio provocó una auténtica crisis en la industria ante la revelación de una verdad desde tiempo atrás conocida: los medios tradicionales son prácticamente incapaces de sobrevivir sin el subsidio gubernamental.
En este particular apartado haré referencia a las experiencias adquiridas de primera mano. Entre 2007 y 2010 tuve a mi cargo la apertura y operación de una emisora radiofónica y productora de televisión por cable en una ciudad del noreste del país; Matamoros, Tamaulipas.
La encomienda a mi cargo era complicada, pues implicaba la producción de contenidos, la operación comercial y la conducción de dos noticiarios en vivo de lunes a viernes. Es decir, me correspondía administrar la relación con la totalidad de la cartera de clientes de la empresa, ya fueran oficiales o de la iniciativa privada.
Para todo medio de reciente apertura en México (al menos los que operan desde el ámbito comercial), el contar con convenios publicitarios con las instancias gubernamentales ubicadas en su área de cobertura implica una tarea fundamental; casi obligatoria. Ello representaba la tranquilidad de tener cubiertos los gastos de operación; nóminas, obligaciones fiscales y la posibilidad de generar utilidades para la empresa.
Para cualquier entidad del medio, el paso lógico y consiguiente implicaría la creación y consolidación de una cartera de clientes comerciales que permitieran ampliar la base de ingresos propios. Una tarea nada sencilla en función de que implicaría el posicionamiento de una marca, el establecimiento de una identidad mercadológica y el planteamiento de ventajas competitivas frente a otras empresas del mismo sector; algunas de ellas con décadas de ventaja en cuanto a presencia en el mercado objetivo.
Aún así, con el empuje de un equipo de trabajo conformado por una afortunada mezcla entre jóvenes universitarios y comunicadores experimentados, nos fue posible alcanzar un importante nivel de posicionamiento entre la audiencia del la zona noreste de Tamaulipas y el sur del Valle de Texas, con una programación conformada prácticamente en su totalidad con radio hablaba y algunos segmentos televisivos de contenido local.
Traigo toda esta historia a colación para dar una idea a nuestra comunidad lectora de un golpe de realidad que me alcanzó durante mi experiencia como directivo de un medio de comunicación en la frontera norte de nuestro país: el inicio de la llamada “Guerra contra el Narco” de Felipe Calderón. En cuestión de un par de años, ciudades que contaban con una cierta estabilidad económica a lo largo de la frontera, se convirtieron prácticamente en “territorios minados”. Los pequeños comerciantes y empresarios comenzaron a mostrar temor y recelo ante la posibilidad de publicitar sus negocios, pues ello resultaba en un escenario de riesgo ante una floreciente industria: la de la extorsión y cobro de piso.
Para cualquier medio de comunicación comercial establecido con mentalidad empresarial, la posibilidad de contar con un nivel aceptable de independencia editorial implicaría depender en una mínima parte de la publicidad oficial, y sustentar su operación principalmente en los recursos obtenidos del capital privado a través de su impacto en las audiencias, cobertura y alcance.
Al día de hoy, en México dicha ecuación está prácticamente rota.
La publicidad de los anunciantes particulares en los medios establecidos en las entidades federativas y en pequeñas ciudades del interior del país es severamente escasa. De manera paralela a dicha situación los medios de comunicación locales han sido objeto de limitaciones comerciales bajo una legislación que en términos formales proscribe la compra de publicidad política, pero que ha alentado otras modalidades de ocupación de espacios, ya sea a través de la cooptación de editorialistas, conductores o “líderes de opinión”, que se establecen desde el subterfugio o la consabida norma de los “valores entendidos”.
En términos de una evolución democrática, es importante contar con medios de comunicación independientes como éste que actualmente usted visita, notassinpauta.com
Debo decirle a nuestra comunidad lectora que por primera vez en casi 30 años de actividad en los medios de comunicación, en este espacio he sentido la posibilidad de comentar prácticamente cualquier tópico, sin cortapisas ni censura de cualquier tipo.
Es por ello que entiendo, valoro y exalto en su justa dimensión la iniciativa del periodista Arturo Rodríguez García por crear, establecer y mantener este espacio de expresión periodística, en el cual he tenido el gusto de participar desde hace tres años, y en el que espero se me siga dando la oportunidad de expresarme mientras resulte oportuno y pertinente.
La Libertad de expresión es un concepto por el que vale la pena luchar, más allá de los atavismos y la corta visión oficialista; de las presiones de los supra poderes y de los convencionalismos arcaicos.
Y por supuesto, más allá de esa arcaica estupidez de los premios de periodismo otorgados desde el poder, en los que los gobernantes en turno se regodean como turistas tirándole cacahuates a la jaula de los monos, todos ellos muy alegres con sus cámaras y grabadoras.
El verdadero reconocimiento al periodismo independiente proviene de las audiencias. No hay más.
Twitter: @miguelisidro