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Por: Ernesto Palma Frías

El ejercicio físico mejora la memoria y las habilidades de pensamiento, según la Universidad de Harvard

El ejercicio físico es necesario para conservar la fuerza muscular, mantener el corazón fuerte, un peso corporal saludable y evitar enfermedades crónicas como la diabetes. Sin embargo, adicionalmente a todos estos beneficios el ejercicio también puede ayudar a potenciar su capacidad de pensamiento. El ejercicio de intensidad moderada puede ayudar a mejorar el pensamiento y la memoria en sólo seis meses, explican científicos de la Universidad de Harvard.

El ejercicio aumenta la memoria y la capacidad de pensar tanto directa como indirectamente. Actúa directamente en el cuerpo estimulando cambios fisiológicos como la reducción de la resistencia a la insulina y la inflamación, además de fomentar la producción de factores de crecimiento, sustancias químicas que afectan al crecimiento de nuevos vasos sanguíneos en el cerebro, e incluso a la abundancia, supervivencia y salud general de las nuevas células cerebrales”.

Los estudios han sugerido que las partes del cerebro que controlan el pensamiento y la memoria tienen mayor volumen en las personas que hacen ejercicio en comparación con las que no lo hacen.

“Aún más emocionante es el hallazgo de que participar en un programa de ejercicio regular de intensidad moderada durante seis meses o un año se asocia con un aumento del volumen de determinadas regiones del cerebro”, explica el Dr. Scott McGinnis, profesor de neurología en la Escuela de Medicina de Harvard.

De forma indirecta el ejercicio mejora el estado de ánimo y el sueño, y reducir el estrés y la ansiedad. El estrés frecuente puede contribuir al deterioro cognitivo. Si se ejercita lo suficiente obtendrá estos beneficios e indirectamente estará potenciando la memoria y el pensamiento.

¿Cuál es el mejor ejercicio? Las investigaciones se han centrado en los beneficios de caminar, por lo que no podemos decir exactamente qué ejercicio es mejor que el otro. El Dr. McGinnis dice que probablemente otras formas de ejercicio aeróbico que hacen que el corazón bombee una mayor cantidad de sangre, puedan producir beneficios similares.

¿Cuál es la frecuencia con la que se debe realizar? En definitiva, debe ser un hábito diario. Como si fuese un medicamente recetado. Puede iniciar unos minutos al día y aumente la cantidad en cinco o diez minutos cada semana hasta alcanzar su objetivo de 150 minutos semanales. Con esta rutina, los beneficios cognitivos aparecen en aproximadamente 6 meses, pero el ejercicio es algo que debe practicarse de por vida.

Para cualquier persona que desee mejorar su memoria y atención, sin importar la edad, actividad y grado escolar, es fundamental saber que estas capacidades y procesos se pueden mejorar. La memoria es la capacidad que tenemos para retener información y conjugarla voluntariamente; estructuralmente se encuentra en el hipocampo, la corteza prefrontal y el cerebelo; es la principal capacidad que se afecta con la edad, el estrés, la alimentación y los hábitos de sueño-vigilia. Resulta interesante saber que la memoria tiene una relación muy importante con el neurotransmisor denominado dopamina; a mayor liberación de dopamina los procesos memorísticos se incrementan.

La atención es un proceso y una capacidad que tenemos para discriminar estímulos y eventos; a través de ella seleccionamos, dirigimos y mantenemos la activación de redes neuronales que le resultan relevantes al cerebro, y al mismo tiempo ayuda a disminuir la actividad de otras redes para ignorar y ser selectivos en la información que ingresa al cerebro.

Naturalmente somos más propensos a experimentar un deterioro cognitivo a medida de uno alcanza y progresa en la vida adulta. Sin embargo, el tipo de personalidad y ciertas actividades pueden contribuir frenando o aumentando las posibilidades de deterioro cognitivo. La Universidad de Harvard dice que para mejorar la memoria y las habilidades de pensamiento lo mejor es ejercicio, y lo hace en un corto plazo.

Todas las personas necesitan actividad física, ya que puede mejorar la salud ahora y en el futuro. No hacer suficiente actividad física puede aumentar el riesgo de padecer diferentes enfermedades en la cual incluye la diabetes tipo 2.

Por otra parte, resulta interesante señalar que hay actividades cotidianas que pueden rehabilitar, mejorar y estimular la memoria y la atención. Por ejemplo, se ha identificado que cuando caminamos hacia atrás, con mucho cuidado y poniendo atención en el movimiento corporal, sincronizando adecuadamente el movimiento de los pies de una manera secuencial y haciéndolo en periodos repetitivos, generamos con ello un hábito de ejercicio que nos puede ayudar a recordar con mayor facilidad experiencias pasadas, es decir, poner atención cuando caminamos hacia atrás puede ayudarnos a mejorar la memoria.

Cuantitativamente, caminar 10 metros hacia atrás ayuda a incrementar la memoria a corto plazo, mejora el orden cronológico de nuestros sucesos en la línea del tiempo y facilita los recuerdos de experiencias previas.

Este hallazgo resulta de gran importancia clínica, ya que en la terapia ocupacional o en procesos de rehabilitación física para pacientes que han perdido momentáneamente la memoria o están en un proceso de recuperación de procesos quirúrgicos o enfermedades degenerativas como la enfermedad de Parkinson o demencia senil de tipo Alzheimer, el simple hecho de una terapia de 20 a 30 minutos caminando hacia atrás puede ayudar a incrementar la recuperación funcional en relación con la memoria. Al tratamiento que lleva manejo farmacológico, control del sueño, actividad física y una dieta adecuada se puede agregar una terapia de ejercicios con desplazamiento hacia atrás para contribuir a una mejor recuperación o mejora de la memoria.

De cualquier forma, la ciencia nos ha demostrado que la práctica del ejercicio físico no es opcional si se quiere alcanzar un estado permanente de salud física y mental. Ya no hay duda sobre la importancia de dedicar un tiempo para la práctica diaria de algún tipo de ejercicio físico. Aquí vale la pena reflexionar sobre la responsabilidad de padres de familia y educadores, en la formación de las nuevas generaciones que son proclives al sedentarismo y por lo tanto a trastornos asociados a la falta de movilidad física. Recordemos que la mejor enseñanza es el ejemplo.

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