Dra. María Cozumel Butrón Olguín

Algunos afirman que la longevidad japonesa tiene una fuerte relación con el concepto Ikigai. Podemos reflexionar sobre cómo funciona la cultura y la comunidad japonesa para comprender que tener una meta real en la vida da como resultado el crecimiento de Japón como país y como una sociedad evolucionada.

Algunos relacionan esta palabra con otros conceptos que involucran cosas valiosas como pasión y habilidades, además de las palabras yarigai que significa valor de hacer y hatarakigai que significa valor de trabajar. Podemos ver este ideal presente en diferentes partes de la cultura japonesa como la puntualidad, el respeto y la paz.

Japón es el país en el que la gente vive más años (83.7 de media, entre hombres y mujeres). En general, la longevidad nipona se ha relacionado con la dieta, como prueban algunos estudios. Ahora bien, parece que los japoneses no sólo son campeones en el arte de vivir mucho tiempo, sino también maestros en tener ganas de vivir. Es lo que esconde un concepto denominado ikigai, que podría traducirse como “razón de ser”.

Para algunos, el ikigai parece ser algo sin sentido, difícil de entender o una exageración sin propósito. En realidad, ikigai se puede comparar con otros conceptos interesantes como el método kaisen y otros conceptos japoneses sobre trabajo, vida, cultura, educación y espíritu.

En Occidente podemos comparar la comprensión de ikigai con la psicología y el coaching. Para muchos parece algo sin explicación ni lógica, una pérdida de dinero o algo sin efecto.

En realidad, ikigai está fuertemente conectado con el coaching. Muchos lo aplican en su vida profesional, sin mencionar que las habilidades de un coach pueden ayudar a las personas a lograr un objetivo en su vida personal. Creo que todos los entrenadores conocen y estudian este concepto japonés.

La mayoría de nuestros problemas psicológicos o incluso físicos pueden resolverse y enfrentarse, con la ayuda de ikigai. Una de las cosas que lleva a una persona a la depresión o al suicidio es el gran vacío o falta de propósito en la vida. 

El objetivo último del ikigai no es la felicidad. De hecho, Japón está en el puesto 51 de los países más felices del mundo según el World Hapiness Report, auspiciado por Naciones Unidas. El objetivo es identificar aquello en lo que eres bueno, que te da placer realizarlo y que, además, sabes que aporta algo al mundo. Cuando lo llevas a cabo, tienes más autoestima, porque sientes que tu presencia en el mundo está justificada. La felicidad sería la consecuencia.

Los psicólogos explican que identificar nuestro papel en la vida —en vez de andar sin rumbo o saltando de una actividad equivocada a otra— puede ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos: Si somos capaces de encontrar nuestro rol, todo será más fácil y placentero. Fácil, porque ejercitaremos nuestras capacidades más afinadas y placentero, porque nos divertiremos haciéndolo.

Pero ¿todos tenemos un ikigai? Hay personas que sienten que no poseen habilidades especiales ni objetivos que cumplir, lo cual es una creencia equivocada. Por eso es importante mirar atrás y tratar de recordar qué cosas hacías bien cuando eras niño. Todos los niños tienen un don natural: unos para el dibujo, otros para la música, el baile, el deporte. Lo que ocurre es que estos talentos, cuando llega la edad adulta, se tapan y es cuando uno se pregunta: “¿Qué he hecho con mi vida?”.

Necesitas salir de la rutina, piloto automático o innumerables días repetitivos. Para y pregúntate si esto es lo que realmente quieres hacer todos los días. Y no te dejes engañar pensando que no hay alternativas ni soluciones. ¡Intenta dar al menos el primer paso detrás de tus sueños y nunca te rindas!

No debes compararte con otras personas o desear la misma felicidad que supuestamente tienen los demás. Necesitamos enfocarnos en nosotros mismos y no tenemos que competir con otras personas, debemos correr a nuestro propio ritmo.

Sólo amar o hacer una cosa no es suficiente para determinar que tendremos éxito y seremos expertos en ello. Debemos aceptar nuestras limitaciones y concentrarnos en nuestras habilidades en lugar de tratar de desarrollar habilidades imposibles, ¡pero nunca dejes de intentarlo!

La pasión está fuertemente relacionada con la profesión. Algunos creen que es imposible trabajar con algo que amamos o piensan que no será rentable. Nunca es tarde para buscar nuestro lugar en el mundo, pero este concepto zen del bienestar parece especialmente apropiado para dos momentos clave de la vida. Uno, cuando en plena madurez sentimos que debemos reciclarnos laboralmente. La sociedad occidental últimamente ha intentado que el trabajo sea un castigo, y lo está consiguiendo con la mayoría de personas, haciendo que trabajen en empleos que nos les gustan y cada vez con más esfuerzo. Por ello, no es raro ver personas estresadas y depresivas en nuestro entorno.

En muchos casos, trabajamos en actividades que no se ajustan a nuestras cualidades y por lo tanto no obtenemos placer. Y cuando cambiamos de actividad lo hacemos con el fin de ganar más dinero, pero no para encontrar nuestro puesto de trabajo acorde a nuestras capacidades.

El otro momento sería la adolescencia, cuando empezamos a tomar decisiones sobre nuestro futuro. Hallar “aquello por lo que merece la pena vivir” (otra definición de ikigai) a una edad tan temprana no es fácil, y menos cuando estímulos externos pueden despistarnos.

¡No es sólo un trabajo, es tu vida! Quienes comprenden y se esfuerzan por transformar el trabajo en algo que no sea una forma de lucro, tienden a tener más motivación, satisfacción y resultados. Nuestro trabajo debe brindar satisfacción a nosotros y a otras personas involucradas. 

Ikigai es algo personal que sólo tú puedes entender. Así que dedícate a explorar tu mente.

Pongamos los pies en el suelo. Sumidos en la vorágine del día a día, detectar nuestros puntos fuertes no siempre es fácil. Para saber cuál es nuestro ikigai, intenta responder cuatro preguntas:

– ¿Cuál es mi elemento? Hay personas que se sienten cómodas haciendo cosas solas, y a las que les estresa estar en grupo.  Entonces su ikigai no podrá ser enseñar, ni dar conferencias, sino una actividad más recogida.

– ¿Con qué actividades se me pasa el tiempo volando? Es otro indicador de que se trata de una pasión por desarrollar.

– ¿Qué te resulta fácil hacer? Hay gente que tiene facilidad para poner orden en documentos, o comprender diferentes puntos de vista.

– ¿Qué te gustaba cuando eras niño? Podremos saber si nuestro ikigai está en actividades artísticas, intelectuales, de ayuda a los demás, de pensamiento científico, etc.

El siguiente paso, una vez identificado, sería desarrollarlo. Para ello, habría que trazarse un plan y obligarnos a seguirlo. Por ejemplo, si una persona está aprendiendo un idioma con 60 años, cada día tendrá que aprender una palabra nueva y repasar la del día anterior. Para un novelista incipiente, será escribir una página al día. Cuando el objetivo supone un cambio radical, te has de replantear tu vida a todos los niveles: económicamente, si podrás seguir viviendo en el lugar donde vives o si las personas que te acompañan son las adecuadas.

Pero el ikigai no es completo si la meta marcada no implica un servicio a la comunidad. Todo el mundo quiere ser útil. Por eso nos sentimos más felices cuando hacemos un regalo que cuando lo recibimos.

El mundo necesita resultados positivos, nuestras acciones afectan a las personas que nos rodean, resultando en el desastre que es nuestro país y el mundo en general. Si aplicas al menos algunas de las ideas de ikigai, podrás encontrar el verdadero significado de la vida, además de lograr tus sueños y metas.

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