DE UN MUNDO RARO / Por Miguel Ángel Isidro
Según Octavio Paz, para entender la mexicanidad es necesario realizar un viaje introspectivo no sólo hacia los anales de nuestra Historia Patria, sino adentrarnos en los múltiples complejos y estereotipos que marcan nuestra identidad.
A lo largo de nuestra historia contemporánea, el sistema educativo postrevolucionario se ha esmerado en vendernos la retórica de que somos un pueblo permanentemente asediado por potencias extranjeras, que ha resistido estoico y orgulloso ante dichos embates, saliendo siempre airoso invocando a la grandeza de su raza y su herencia ancestral.
A ése intangible Masiosare que todo el tiempo se cierne sobre nuestras cabezas le hemos dado distintas formas y representaciones: el Conquistador Blanco y Barbado, la Opresiva Corona Española; los Conservadores Pro-monarquistas, la Oligarquía Porfiriana… en fin.
Sin embargo, existen episodios de nuestra historia que no han sido tan exhaustivamente relatados, y que en mucho nos ayudarían a entender lo complejo de nuestra identidad.
Es en este marco de ideas que me he acercado a la miniserie La cabeza de Joaquín Murrieta, producida por Amazon Studios en alianza con Dynamo y Fidelia Filma bajo la dirección de por Mauricio Leiva-Cock, David Pablos y Humberto Hinojosa Ozcáriz.
A lo largo de 8 capítulos, la serie nos cuenta la historia de Joaquín Murrieta, un desertor del Ejército Mexicano que se dedica al bandidaje, guiado por impulsos que mezclan la venganza y las reivindicaciones personales, con un anhelo de justicia social, que lo lleva a repartir parte de sus ganancias con los grupos desfavorecidos que habitaban la recién cercenada frontera entre México y Estados Unidos, mercada por los conflictos políticos, sociales y territoriales de finales del siglo XIX.
La historia recopila con fines dramáticos diversos pasajes de la biografía de Joaquín Murrieta, un personaje disímbolo que recibe trato de delincuente según la relatoría norteamericana, y de bandido justiciero según la mitología mexicana y latinoamericana.
Bajo una estética y narrativa de spaghetti western, la producción nos relata una historia de ficción que se entremezcla con episodios previos y posteriores a la Guerra entre México y Estados Unidos iniciada en 1847, y que culminó con la pérdida del 55 por ciento del territorio mexicano.
Sin que se trate necesariamente de una novedad -la serie fue originalmente lanzada en febrero pasado- y a pesar de recaer en clichés y estereotipos muy marcados de nuestra mitología nacional -los gringos inmorales, avariciosos y desalmados, el bandido de buen corazón, los indígenas místicos y espirituales-; ésta producción nos brinda una entretenida oportunidad para adentrarnos en una parte de nuestra historia nacional que siempre se ha relatado de manera maniqueo , patriotera y convenenciera por las instituciones del México posrevolucionario.
En efecto, los mexicanos somos mezcla y amalgama de diversas razas y orígenes; nos marca nuestro pasado indígena, pero también la huella trazada y sangre, fuego y evangelio por la corona española, y toda la suerte de mestizajes que hemos ido tejiendo a lo largo de nuestro calvario como nación, y que encuentra su catártica proclama en la frase insigne del regiomontano Nemesio García Naranjo: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
Vivimos en un momento político y social pleno de contradicciones. Los mexicanos queremos acceder al primer mundo, pero no renunciar a nuestra identidad e historia -así sea ésa descarada colección de mentiras blancas y verdades a medias que nos inocula desde la formación elemental nuestro sistema educativo-, queremos ser socios y aliados de los gringos pero nos horrorizamos de la gentrificación que provocan a su paso; exigimos trato justo y humanitario para nuestros migrantes, pero ése mismo trato se lo regateamos a los centroamericanos, caribeños y sudamericanos que cruzan nuestro territorio en búsqueda del sueño americano.
Más allá de los aciertos y errores de una producción como “La Cabeza de Joaquín Murrieta”, se debe reconocer a sus creadores el atreverse a recrear un género clásico, en momentos en los que la industria del entretenimiento se encuentra saturada por narconovelas y comedias románticas aspiracionistas, dando al mismo tiempo el aliciente al público espectador para investigar por sus propios medios acerca de personajes y episodios históricos que requieren de un mayor conocimiento; análisis y reflexión entre la sociedad mexicana contemporánea.
La serie se encuentra disponible en la plataforma Amazon Prime, y una mención especial requiere su interesante score musical, con temas de diversos géneros y manufacturas. Hay quienes ven en este recurso un intento de imitar la estética y estilo de las películas de Quentin Tarantino; pero al final del día, hay esfuerzos que vale la pena reconocer.
En estos tiempos de nacionalismos panfletarios y de una sociedad polarizada en distintos frentes, vale la pena analizar el amplio caleidoscópicos de clichés que presenta una producción como ésta y preguntarnos a nosotros mismos cómo nos vemos, y al mismo tiempo, cómo creemos que nos ven aquellos que no piensan como nosotros.
¿Usted se atreve?
Twitter: @miguelisidro
SOUNDTRACK PARA LA LECTURA
-Óscar Chávez (México)
“Corrido de Juan Cortina”
-Los Cogelones (México)
“Danza del Sol”
-The Texas Tornados (México-Estados Unidos)
“A little bit it’s better than nada”
-Los Tigres del Norte feat. Zack de la Rocha (México-Estados Unidos)