POR GWENN-AELLE
No estoy segura de qué es lo que tú sepas ya pero sí estoy segura de lo que te voy a decir. Hoy estoy yendo en contra de múltiples tradiciones de silencio, de secreto, pero esas tradiciones ya no son mías.
Decidí la noche pasada que estaba cansada de irme con cuidados, que estoy harta de que algunos estén dentro de la cueva de Pitágoras y otros fuera, que no es correcto ni justo ni conveniente que esperemos todos a un Julián Assange o a un Gurú para enterarnos de cosas que nos conciernen.
No te preocupes, no te voy a hablar de política, no tengo gran idea de cómo funciona la política, tampoco te voy a hablar de religión, aunque tal vez sientas que sí según tus creencias,- porque yo no tengo religión-, no te voy a hablar de tecnología porque la tecnología y yo no nos llevamos, no te voy a hablar tampoco ni de construcción, ni de arquitectura ni de medicina. Podría ser de sexo mi pseudo-conferencia, pero de eso sabes seguramente más que yo, o por lo menos desde otra posición.
Te voy a hablar de algo que sé, que me consta.
Te voy a platicar algo que ha en algunos momentos regido mi vida y que probablemente esté presente en la tuya, puede que bajo la misma forma, puede que bajo otra. Total somos tantos los pétalos que crecemos en esta flor…
Tanto preámbulo demuestra que me da nervio. No hablar, sino tu reacción. Igual te doy flojera, o, lo más común que he visto, sorpresa irónica.
Desde niña, he tenido acceso a ese mundo que no se ve, llámalo espiritual, energético, divino, o demáses. Ese mundo del que nos han hecho creer que es secreto, al que sólo los sacerdotes, rabís, masones, gurús, ayatolas, ascetas y otros tienen acceso directo. Del que nos han dicho que no, que no es para nosotros, que hay que ser iniciado para conocerlo o por lo menos tener un puente para hacerlo, con los mismos personajes que te acabo de mencionar o por medio de los hongos sagrados de María Sabina, Ayahuasca o ayuno eterno, entre muchos.
La primera vez que hice prueba de uso de telepatía, tenía escasos 2 años. Conozco la historia porque me la repitió mil y una veces[i] mi papá. Es importante lo de la edad, porque así te convenzo de que no fue imaginación mía, de que no vi alguna película del Santo contra los zombies, de que no me sugestionó nadie. Salvé la vida de una de mis hermanas. Y fue también porque mi papá estaba a las vivas, con aquello de la telepatía y premoniciones, si no, no habría escuchado los posibles alucines de su niña.
Se me avisó que mi hermana bebé estaba en problemas por medio de esa presencia que se le da permiso sentir a veces a los niños chiquitos, diciendo la sociedad que hablan con Los Ángeles o que ven fantasmas, porque son inocentes. (Mentira. Todos tenemos esa facultad sin importar nuestra edad o nuestra supuesta inocencia.)
Ese fue el primer episodio de telepatía en mi vida, tengo momentos de premonición, veo -cuando me concentro- las auras, puedo ser sanadora si quiero[ii] y las mariposas me traen mensajes importantes. Uno de los maestros que me tocaron[iii], de manera consciente me recordó quién soy. Digo de manera consciente porque maestros tenemos toda la vida, pero vamos dando tumbos y no nos damos cuenta de lo que podemos hacer, de lo que venimos a aprender, vivimos seguido con los ojos cerrados.
A través de los años, he podido afinar también mi sentido de premonición. No es como en las películas con un déjà vu, no es que de repente me interrumpa una visión exactamente igual a lo que va a suceder dentro de 2 minutos y 3 segundos, si no evitaría que se me quemara la comida tan seguido. (Ni es un tema tan horriblemente serio, ves, me doy chance reír, hazlo también.) Yo premonizo a través de mis sueños. Uso un libro[iv], serio, de interpretación de sueños, y uso mis símbolos, los que me pertenecen sólo a mí. Fui aprendiendo a lo largos de los años, y de las noches, a separar los sueños que repiten lo vivido en el día, los que expresan mis miedos y deseos, y los que premonizan. Es cuestión de tesitura, de textura, se aprende, igual que se ve cuando está cocido el arroz o cuando un edificio se está pandeado, es experiencia, largo aprendizaje, muchos errores, algunos aciertos al principio, más y más conforme pasan los años. Tengo mi propio libro de sueños, mi propia lista de símbolos y allí escribo lo que me parece ser premonitorio. Se cumpla o no, lo marco también, después. Y así aprendo más y más, a desenmarañar las imágenes que pueblan mi yo por las noches y a clasificarlas.
Te hablo de telepatía y sueños porque es lo mejor que se me da.
Uno de mis abuelos era sanador. Se te acercaba y con un gesto de la mano te quitaba el dolor de garganta. Dos de mis hijos son sanadores y protectores. Mi hija y una de mis sobrinas saben sanar lo emocional, y no, no son psicólogas, son empáticas, son capaces de sentir lo que otro siente.
Te doy los ejemplos más obvios que conozco y que me son cercanos.
¿A qué voy con todo esto?
La enseñanza para mí con estos sueños y estas telepatías, eso que unos llaman coincidencias, o diosidencias, los que llaman Dios, Dioses, Diosas, Divinidad, Seres superiores, es que la palabra maktub[v] de los árabes tiene sentido. Sí, están escritos algunos eventos de nuestras vidas. Y no, no se pueden evitar. Pero si me avisan de una enfermedad grave, pues es probable que mande al doc a quien muestre un síntoma y lo esté ignorando[vi]. Si se me avisa de una muerte, pues sé, yo, que así tenía que ser, y de alguna manera, yo, lo acepto mejor, y puedo entonces, acompañar mejor a otros. Claro que me da tristeza, soy humana. Pero me es menos rudo el camino.
La enseñanza es que tenemos todos en nosotros, física, emocional e intelectualmente, todos los instrumentos para vivir mejor. Algunos serán más telépatas que sanadores, otros más empáticos que curanderos, pero todos, todos, todos, tenemos esas facetas en nosotros. Todos los caminos llevan a Roma.
Porque mi familia no es la única, faltaba más. Roma es para todos.
Porque la cueva de Pitágoras sólo es un engaño. No es que un Gran Señor decida si entramos o no y que la humanidad esté dividida en esotéricos y “los demás”. Cada uno de nosotros es especial, por ende, el serlo es común.
Ese gran secreto, que para ti chance no lo sea desde hace mucho, es que todos podemos en algún momento abrir la entrada de la cueva y conocer nuestra manera de ser tan participativos del mundo que no vemos que del que miramos a diario.
Si para eso necesitas de un sacerdote, va. De un maestro de meditación, claro. Si necesitas vestirte de blanco para estar en “esa onda” o si necesitas usar cabello largo porque te sirve de antena[vii], va, o pararte de cabeza, o estar frente al mar, o si el silencio absoluto te es necesario para comunicar contigo, va. Total, bien que aprendimos a contar con ejemplos, a leer con la voz de otro, ¿por qué no aprender con alguien a re-conocer esta parte nuestra?
Pero sobre todo ¿por qué pensar que sólo algunos serán los elegidos?
Cada quién su cada cosa, sólo no te tragues eso de que hay que ser iniciado a fuerzas por alguna ceremonia. Es como decir que sólo se puede leer bien si es en voz bajita o que sólo se debe pescar con carnada. Somos millones, y millones son los caminos que llevan a Tombuctú, que lo de Roma suena a cristianismo, y no, hay mil y un millones maneras de tocar-se y conocer-se. Las ceremonias son importantes, sí, por su simbolismo, pero imprescindibles, no.
No necesitamos tener miedo. Claro que el miedo ayuda a reaccionar, pero no es necesario, sólo es útil.
En esto de la vida vamos acompañados. Y según lo que escojas creer, nos acompaña lo que tú quieras.
No sé tu manera de vivir tu parte no-física, ni me incumbe. Hay quién con arar la Tierra está en profunda comunicación con lo que no se ve y hay quién necesita rezar. Hay quién cura tomando a alguien de la mano para aprender y quién cura con instrumentos médicos.
Lo que importa es que no hay vocabulario reservado para los iniciados, no hay conocimiento reservado para los iniciados, o mejor dicho, sí los hay pero podemos funcionar sin ellos. ¿A quién le importa ser sanado por Dios o por el Gran Manitú, si al final es sanado?
Sé, no creo, sé que esa energía que somos capaces de entender, de usar como apoyo, a la que somos capaces de acceder, es la misma para todos aunque nuestro vocabulario sea limitado, aunque nuestra sociedad haya decidido restringir su conocimiento, -regreso al Assange y otros. Somos una sociedad que elige admirar a los iniciados en lugar de buscar el aprender, el crecer y sobre todo el conocerse.
Somos dioses, todos, somos seres superiores todos.
De momento, andamos con traje físico y por lo visto, limitados, pero nosotros mismos tenemos en nuestro espíritu el mapa para llegar a Machu Pichu, a Stonehenge o a Cobá. Y sí a Roma, si te late. Somos libres.
No nada más Pitágoras sabía de matemáticas.
No tengas miedo ya. Ten seguridad, sin importar en qué creas o no. Respira, que este cuerpo sólo lo vamos a usar un rato, es sólo un instante en nuestra vida real.
Ahora sí, mi padre está probablemente muy alebrestado. Pero papá, entiende que los tiempos cambian y que no es correcto ni ético que sólo algunos sepan. Y no, esto no perturbará a nadie porque justamente, estamos todos en momentos diferentes de aprendizaje, el que esté listo oirá y el que no, tildara mi demencia de locura y ya.
El que ya esté lejos frente a mí, tal vez voltee y me sonría.
[i] Así como las noches de Scheherazada
[ii] Bueno hasta estudié Reiki, para afinar esa parte de mí
[iii] No es inocente esta palabra, no fue casualidad, sí, algo tocó su conciencia en mí.
[iv] El gran libro de los sueños, de Emilio Salas.
[v] Maktub, Mektub: estaba escrito
[vi] Bueno luego hasta me enojo, pero es que unos no me oyen
[vii] Cuidado, no estoy siendo sarcástica, sí existe y sí se vale